La interminable crisis de Seedorf
El entrenamiento de Holanda ha terminado y Clarence Seedorf se queda el último, con la pelota en los pies. Hace malabarismos y juegos junto a su amigo Edgar Davids, en la cancha de Hoenderloo. Ambos tienen el pelo trenzado y el origen familiar en Surinam. Se criaron en el Ajax y jugaron a la par en el centro del campo que ganó la última Copa de Europa del equipo de Amsterdam. Tienen muchas cosas en común. Pero últimamente la fortuna de Seedorf se ha desplomado. Su andar es cabizbajo y sus pasos se hacen lentos. Mira la hierba más que otra cosa. No parece ese jugador locuaz que hasta hace pocos meses se movía como pez en el agua por la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Traspasado al Inter en diciembre, se convirtió en suplente en el equipo italiano durante semanas. Luego fue suplente en Holanda. Desde el primer partido apenas juega. Y el público, en las encuestas, le pone como uno de los internacionales menos populares.Seedorf insiste en el balón, después del entrenamiento, tal y como lo hizo en el Madrid. Quizá ese sea el centro de sus problemas. Le gusta tanto la pelota que la traslada en exceso, se recrea demasiado, y cuando la pierde espera que otros vayan a luchar por ella: para devolvérsela a él. Seedorf fue acusado de insolidario en el Madrid, y en Holanda lo señalan por la misma causa. Emigró al Inter previo pago del club de Milán de 4.000 millones. Nunca quiso dejar Madrid pero el técnico italiano Marcello Lippi le prometió hacer realidad su sueño. "Es un líder, y quiero que sea el conductor de nuestro juego", dijo. Sin embargo, su fuego se fue apagando. Los hinchas del Inter le silbaron, acusándole de los problemas del equipo. Fue al banquillo. Recuperó la titularidad y Reijkaard le convocó para la Eurocopa. En Holanda se le ve triste.
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