Putin consigue que la Duma apruebe una polémica ley centralista
Vladímir Putin tuvo ayer un buen día. El presidente ruso logró que la Duma (Cámara baja del Parlamento) aprobase una ley que refuerza sustancialmente su poder, y en aplicación de la cual los poderosos líderes regionales serán excluidos del Consejo de la Federación, que ahora monopolizan. De una tacada, los diputados dieron vía libre al texto en segunda y tercera lecturas. Aún más: al hacerlo con más de dos tercios de los votos, convirtieron en inútil cualquier intento de los senadores por resistirse a hacerse el haraquiri. La ley, aprobada ayer, forma parte de un paquete que también pretende dar a Putin la posibilidad de deshacerse de los jefes de los 89 sujetos de la Federación (repúblicas, territorios y provincias) que le planten cara y, más que a él mismo (al menos en teoría), a las leyes de ámbito nacional emanadas del Parlamento central. Como premio de consolación, los líderes regionales, que pierden el pluriempleo y que a veces actúan como reyezuelos, podrán nombrar a los representantes de sus feudos en el Senado y destituir a cargos locales. Pero no hay que engañarse: la reforma supone el reforzamiento del poder central.
Por la vía del decreto, el presidente ha puesto ya en marcha una nueva división territorial de la inmensa y bicontinental Rusia. No se corrige oficialmente el mapa, pero ahora hay, además, siete grandes distritos prácticamente por encima de los 89 sujetos, y que casi coinciden con las regiones militares.
Como sus representantes personales, encargados de velar porque nadie le plante cara, Putin ha colocado a gente de su confianza: jefes militares o de los servicios de seguridad, y tan sólo a dos políticos civiles. Uno de estos últimos, el ex primer ministro Serguéi Kiriyenko, al cargo del distrito del Volga, tuvo que renunciar al liderazgo de la Unión de Fuerzas de Derecha cuando aceptó el cargo.
También ayer, el Consejo de Seguridad (influyente órgano consultivo del presidente) aprobó la nueva doctrina de seguridad de la información, y Putin aprovechó para hacer uno de sus más encendidos elogios de la libertad de prensa. Según Serguéi Ivanov, secretario del Consejo surgido de las filas del KGB como el líder del Kremlin, éste defendió la libertad de expresión como "elemento básico de la sociedad democrática", y abogó por la "prohibición categórica" de todo tipo de censura.
Horas antes, Vladímir Gusinski, presidente de Media Most, único grupo de comunicación crítico con el Kremlin (y que incluye el canal de televisión NTV), tenía ocasión de medir la distancia que separa las palabras de los hechos. Detenido el 13 de junio, liberado el 16 y procesado por estafa, además el fiscal de Moscú le negó ayer el permiso para visitar a su familia, que reside en España, y evitar así la tentación de no volver a Rusia.
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