Del deporte rey a la inmundicia
Las instituciones estatales tienden en general a desconfiar de la la bondad natural del ser humano. Sin embargo, cuando se trata de enfrentarse a un repugnante fenómeno como la violencia de los hooligans, las instituciones de Estados modernos y sofisticados, capaces de descubrirle a cualquiera un tapujo fiscal de mil duros, parecen María Goretti. Notorios bárbaros se desplazan por el continente con impunidad. Los anfitriones no acaban de creerse que pueda existir tanta gentuza movilizable. Y el Gobierno del mayor exportador de esta gentuza parece creer siempre que esta vez sus chicos se portarán un poco mejor que la anterior.La Eurocopa demuestra, como el Campeonato del Mundo de Francia en 1998, que los bárbaros que emergen con su subcultura de la violencia del lumpen urbano europeo, especialmente británico, sólo piensan en arrancarse mariposas del estómago machacando el cráneo de algún miembro de una tribu rival. Pero parece que no se ha aprendido nada. Lo extraño es que no haya más muertos.
Un folleto de los organizadores de la Eurocopa nos avisa en Bélgica cómo se dice en flamenco "te quiero": "Ik hou van jou". No parecen haber sido muchos los seguidores de la selección del Reino Unido, por ejemplo, que han memorizado la frase. Ni van a hacerlo. Aquí ya no se trata de quererse sino de respetar los mandamientos y especialmente, a ser posible el quinto. El fútbol, este precioso deporte de culto a la habilidad, la fuerza y la inteligencia, está asediado por la inmundicia, por arriba con esos presidentes que dirigen los clubes, salvo honrosas pero escasas excepciones, y por abajo con esas bandas de energúmenos que han hecho del odio y la violencia vocación.
En Copenhague, durante la final de la Copa de la UEFA entre el Arsenal y el Galatasaray, un hincha británico miró a unos periodistas que escribían a su lado. Con odio, ira difusa, resentimiento. Acto seguido, el vándalo tatuado dio un manotazo al ordenador de uno de los periodistas y le tiró al otro a la cara lo que llevaba en la mano, un perrito caliente. Si es una botella le parte la cabeza. Tan violento en la defensa de sus colores, no fue después tan apasionado durante el partido. Se durmió en el minuto tres del primer tiempo y lo despertó el servicio de seguridad al concluir el encuentro. Perfil perfecto del "aficionado".
Las autoridades británicas han fracasado en la lucha contra ese movimiento nazi que es su hinchada. Cierto que es mucha la basura social creada en las últimas décadas en el Reino Unido. Pero es menos necesario airearla que fomentar la higiene psicosocial. De no haber sido eliminada por Rumania, Londres debería haber retirado a su equipo para que esa minoría no siga vertiendo vergüenza sobre el nombre de una gran nación de cultura y civilización como aquélla.
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