_
_
_
_
EUROCOPA 2000

La odisea de un futbolero en EEUU

Sólo en un pequeño 'pub' se rompió la sensación de ignorancia o indiferencia de Pebble Beach sobre la Eurocopa

California está a sólo once horas en avión de Europa, pero al aterrizar uno tiene la sensación de haber penetrado en otro sistema solar. No están padeciendo en absoluto la fiebre de la Eurocopa. No exhiben el más mínimo síntoma. Ni siquiera se enteran de las terribles batallas que se están librando, los orgullos nacionales que están en juego, en los campos de Bélgica y Holanda.El miércoles pasado, por ejemplo, el recién llegado a Monterrey, la ciudad más cercana al campo de golf de Pebble Beach, donde se disputa el Open de Estados Unidos, se compra el gran periódico estatal, el San Francisco Chronicle. Está desesperado, siendo un europeo normal, por saber qué había ocurrido la noche anterior en el partido entre España y Noruega. El Chronicle, ese día, dedicó 12 páginas a los deportes. Una página entera a los resultados de la jornada anterior. Pero nada. Nada, nada. Tampoco en la radio o en la televisión. Ni una mención de la Eurocopa.

Dadas las circunstancias, quizás era mejor no enterarse de la humillación que había sufrido la selección de Camacho a manos de los noruegos, cuyos antepasados vikingos, dicen, fueron los primeros en descubrir América, pero que se olvidaron -como también los españoles y los ingleses- de explicar a los nativos que el fútbol es lo más importante en la vida.

Tarde o temprano se tenían que enterar de que existía un deporte llamado fútbol o, como ellos dicen, soccer, y en los últimos años, efectivamente, los niños han aprendido a jugarlo. Hoy en día el soccer es el deporte que los niños americanos más juegan en los colegios. Más que el béisbol, el baloncesto o el fútbol americano. Pero una vez que llegan a la adolescencia se olvidan. O se dejan de interesar. Porque saben que el soccer que se juega en la Liga profesional americana es de muy pobre nivel y, si se van a dedicar a seguir algún deporte, prefieren que sea uno de los que sus compatriotas dominan.

Para los adultos americanos el soccer es un deporte de mujeres. Porque a nivel internacional la selección femenina de Estados Unidos es la mejor que hay. Pero, con todo respeto, el visitante europeo no se interesa por el fútbol femenino. Ni las mujeres europeas se interesan por el fútbol femenino. Queremos saber qué pasa en la Eurocopa. Entonces, ¿qué hacer en Monterrey? ¿Cómo evitar caer en la desesperación total? Pues refugiándonos en las emociones más refinadas que nos da el golf. Observando de cerca al mejor deportista del planeta, Tiger Woods, en el campo de golf más hermoso que existe. Y alimentando la esperanza de que uno de los jugadores españoles, Jiménez u Olazábal o García, pueda compensar hasta cierto punto las deficiencias de la selección española de fútbol.

Entretanto, Internet ofrece una solución. El gran invento de los americanos (hay que reconocerlo) ofrece la posibilidad, al menos, de enterarse de los resultados de la Eurocopa. Y es a través de Internet como uno hace el gran descubrimiento de la semana. Que hay un bar en Monterrey, un pueblo fundado por los españoles en el siglo XVII, donde van a pasar en directo uno de los partidos de fútbol europeo. En esto hay que agradecer a los colonizadores ingleses. O, específicamente a un señor inglés que se instaló en Monterrey hace unos años y fundó un pub llamado The Britannia Arms. Y en el Britannia Arms, gracias a una enorme parabólica colocada en el tejado, iban a pasar por televisión el Inglaterra-Alemania la mañana del sábado.

El visitante europeo, entusiasmado por el recital que estaba dando El Tigre en Pebble Beach pero sediento del dramatismo, la intensidad, que sólo el fútbol genera, salió disparado al Britannia Arms, como a un oasis en el desierto. Pasar por esa puerta fue como dar un salto, sin necesidad de subirse a un avión, al Viejo Continente. No exactamente lo que uno entiende por Europa, pero sí Inglaterra.

Cien fans, varios de ellos con pinta de hooligans -las caras pintadas, sus camisetas del Arsenal y del Manchester United- hacían lo que los ingleses siempre hacen en estas circunstancias: consumían cerveza en cantidades industriales. Y hacían más ruido, parecía, que las hordas en Charleroi.

El nivel del partido, especialmente el de la selección inglesa, fue tan atroz durante la primera media hora que a uno se le empezaron a ocurrir pensamientos herejes. ¿No sería mejor, después de todo, salir al campo de golf a ver a Tiger Woods? Pero no. El gol de Inglaterra a comienzos del segundo tiempo animó el partido. O, mejor dicho, allá en el somnífero pueblo de Monterrey de repente nos dimos cuenta de que estábamos presenciando la tercera guerra mundial. Tiger Woods es el arte -el Caravaggio, el Rembrandt del deporte contemporáneo-. Pero el fútbol-un Inglaterra-Alemania- es la sangre. Es la locura. Es la pasión.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_