_
_
_
_
_
EUROCOPA 2000

Eurofútbol en el camarote de los Marx

Lieja se convierte en una ratonera con motivo del partido Alemania-Rumania

José Sámano

A cien kilómetros al este de Bruselas y a sólo 120 de Colonia (Alemania), hay una presunta sede de la Eurocopa, Lieja, una ciudad de 200.000 habitantes que ayer fue convertida en una laberíntica ratonera, con miles de hinchas, habitantes, gentes de paso y policías atrapados en un enredo descomunal. Las primeras muecas de sorpresa se produjeron al divisar desde la carretera la ciudad que acogió como pudo el Alemania-Rumania. Ni un solo cartel orientativo de la Eurocopa. Nada a la vista que indique que hay un partido de un multimillonario torneo organizado por la UEFA. Ni siquiera una estampita que ponga Euro2000. Tras varias vueltas al anillo que circunvala la ciudad en búsqueda de letrero con una flecha y un balón, o bien, una portería, o incluso un muñequito en pantalón corto, se advierte con vista de lince una P (¿parking?) sobre el anagrama Euro2000. Algo no cuadra: un cartel del mopu local indica en dirección contraria: Lieja, ocho kilómetros. Conviene seguir la P Euro2000, aunque con la mosca detrás de la oreja, porque la carretera se pierde en la garganta de un bonito bosque, donde cuesta creer que hayan cometido el crimen ecológico de construir un estadio.Aparece una rotonda tomada por la policía y es la gran ocasión de salir del atolladero. "¿El estadio, por favor?". Siga de frente. El alivio se corta de raíz. A pocos metros, un control de policía. "No se puede pasar". "Su compañero ha dicho que sí". "Esperen que pregunte por radio". "Nada, den la vuelta y cojan a la derecha, ésa es la única vía de acceso al estadio". Lo único cierto es que los escasos y raquíticos cartelitos de la organización desembocan en un agujero de vías que están todas cortadas.

Nadie sabe nada. Unos polis llaman a otros por radio. Uno exclama: "Esta vía está cortada por miedo a enfrentamientos entre rumanos y alemanes". "Oiga, ¿y aquélla, y aquélla, y la otra, y la de más allá?" "No, no, hay alguna que debe estar abierta; esperen que llamamos por radio". No hay forma, el mapa de cortes de sus compañeros no coinciden. No se puede preguntar a los peatones, porque no hay; sólo hay gente perdida haciendo fila, dentro del coche, para preguntar. Rendidos, algunos agentes recomiendan dar la vuelta en dirección a la ciudad, a unos diez kilómetros a la espalda de la P Euro2000.

Sobre el asfalto ya hay peatones, pero no se les puede preguntar. "Está todo cortado, es un lío". No parecen saber ni cómo llegar a su casa. Les han bloqueado la ciudad en un día festivo en toda Bélgica. De nuevo una rotonda y una caravana de vehículos dando vueltas como en las puertas giratorias de los hoteles, haciendo un círculo. Finalmente, ¡eureka!, un policía, con media sonrisa, coge la moto, cabalga sobre élla y pide que se le siga. Sortea como puede los controles de sus compañeros. Suplica que abran paso y... ¡el estadio¡

Quedan unas tres horas para el partido, y todos los alrededores del campo del Standard están tomados por la policía, bloqueando entradas y salidas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_