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EUROCOPA 2000La jornada de ayer

Portugal gana una belleza de partido

Figo asombra con una gran actuación en la que su equipo remontó dos goles de Inglaterra

Santiago Segurola

Esta belleza de partido, que tuvo las condiciones para convertirse en un clásico, encontrará sus detractores. Sobre todo entre los técnicos, que miran el fútbol desde una perspectiva muy diferente a la del público. Bien, se advirtieron deficiencias flagrantes en los sistemas defensivos de los dos equipos, apenas se acosó en el medio campo y se desaprovecharon algunos lugares del campo -Portugal, por ejemplo, renegó clamorosamente de la banda izquierda-. Los detallistas podrán atribuir a estas carencias el carácter aventado del encuentro, pero olvidemos a los minuciosos por un día: si el fútbol merece una pequeña cuota de errores para alcanzar la grandeza, bienvenidos sean. Desde el otro lado, se puede proclamar con toda la razón que fue una hermosura de partido por vibrante, desgarrado y abierto. Y, sobre todo, porque permitió ver la colosal actuación de algunos jugadores. A la cabeza de todos, Figo, que condujo a Portugal a la victoria después de conceder dos goles en el arranque del encuentro.Comenzaban a cantar los ingleses el "Rule Britannia" cuando Beckham recibió en el costado derecho, con un metro y una décima de segundo para gustarse en uno de sus célebres centros. El plátano salió perfecto: combado, fuerte, a por un cabeceador. Desde atrás llegó el pequeño Scholes, se elevó en el aire y conectó un remate precioso que sirvió de prefacio a un duelo maravilloso. Cada uno en su estilo, los dos equipos ofrecieron su mejor versión. Por puro fútbol, Portugal superó cómodamente a los ingleses, que buscaron con desesperación las aperturas a los costados, en la confianza de encontrar el delicado pie de Beckham o el más terrenal de Phil Neville. Uno aprovechó para dibujar los centros de los dos goles ingleses. El otro se quedó en nada. El fútbol marca perfectamente la diferencia entre Beckham y Neville, cualquiera de los Neville.

Portugal, que tiene fama de equipo impresionable y sin contundencia, reaccionó a las malas noticias con un gran futbol. La primera parte de Figo fue magistral. Decidió que había partido y se lo tomó tan en serio que no hubo inglés que le detuviera. Contó además con la destacadísima ayuda de Rui Costa. Entre los dos comenzaron a dar vuelta al encuentro. Lo mejor del juego estaba contenido en cada una de las acciones de Figo, que hizo de Zidane. Es decir, de centrocampista de enganche, dispuesto a barrer todo el frente con regates, incursiones, paredes y algún remate memorable, como sucedió en el primer gol. Bomba inteligente, láser, lo que se quiera. Figo agarró la pelota en la línea media y se escapó de Ince y Scholes, sin aire para seguirle, ni para detener un tiro que entró por la escuadra.

Bastante antes se había producido el aviso de Portugal, a cuyo exquisito juego le faltaba el corolario del gol. Se pensó otra vez en su escasa contundencia, magnificada además por la ausencia de juego por los costados, muy especialmente por el izquierdo. El festival de paredes parecía que no llevaba a ninguna parte, pero el gol de Figo cambió el panorama. Los portugueses vieron que había partido, que la victoria era posible y que Inglaterra sufría las consecuencias del toco y me voy. El empate se hizo inevitable. Nuevamente sin el acoso de un marcador, Rui Costa recibió en los tres cuartos y colocó un centro que João Pinto peinó estupendamente. No volaron los sombreros, pero el partido lo merecía. El gran Figo desarmaba a los ingleses en cada una de sus acciones, cada una más brillante que la anterior. Había algo heroico en su juego, y por extensión en todo el equipo portugués, que bajó algo en el diapasón en la segunda parte. Ya no era cuestión de contestar a los goles ingleses, sino de ganar el partido. Con una mejor organización defensiva -aunque sin controlar las explosivas llegadas de Scholes-, Portugal esperó su oportunidad. Los ingleses cada vez concedían más espacios y la posibilidad del gol era cierta. Llegó en otro envío de Rui Costa desde la derecha. Esta vez, el rematador fue Nuno Gomes, el hombre que cerró una remontada épica en un partido hecho a la medida de los aficionados. Un partido inolvidable.

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