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Torneo de Roland Garros

"Hoy mis bolas se quedaban cortas"

Triste, desde luego, pero no abatida, Conchita Martínez explicó que los nervios la traicionaron desde el inicio del partido. "Hoy, mis bolas se quedaban cortas, he jugado agarrotada, me veía dura, y, luego, es verdad que Mary Pierce ha atacado mucho", indicó. Así pues, pese a su veteranía, la jugadora española sucumbió ayer al efecto intimidatorio que supone disputar la final en un escenario como el de Roland Garros. Se negó, sin embargo, a atribuir su derrota al apoyo entusiasta que el público francés brindó a Mary Pierce. "No puedo decir que el público me haya influido, ha apoyado a su compatriota, pero ha estado correcto", reconoció.A lo largo del partido, Conchita Martínez nunca llegó a encontrar la fórmula de juego con la que derrotar a la francoamericana, aunque, tal como admitieron ambas, todo habría sido posible si el segundo set hubiera caído del lado español. Durante su encuentro con los informadores, la jugadora aragonesa transmitió la impresión de que no piensa lamer la herida de Roland Garros por mucho tiempo. "Hoy no ha podido ser pero, bueno, estoy muy contenta por haber llegado a la final y porque mi juego y mis resultados han mejorado mucho". Situada en el cuarto puesto de la clasificación, Conchita Martínez parece confiada en sus fuerzas, muy dispuesta a coronar su buena temporada con un nuevo triunfo internacional.

Con su victoria de ayer, Mary Pierce se sacó la dolorosa espina de su derrota contra Arantxa Sánchez Vicario en 1994. Roland Garros 2000 ha supuesto, además, su reconciliación con el público francés, que le reprochaba su doble identidad afectiva francoamericana y su supuesta fragilidad temperamental en los momentos decisivos del juego. Abrazada a su copa, feliz, la francesa afirmó que antes del partido temió seriamente que la derrota de 1994 le pesara como una losa. No fue así, aunque, según admitió, hubo un momento en el segundo set en el que temió que el pasado volviera a repetirse. Ayer, Conchita Martínez no le presionó la suficiente como para arrastrarla al pantanoso terreno de la duda. "Nunca olvidaré este día", dijo llorando de alegría la primera francesa que gana en Roland Garros desde hace 33 años. Definitivamente, Mary Pierce se ganó ayer el corazón de los franceses.

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