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Torneo de Roland Garros

Conchita permite que Pierce se corone

La aragonesa estuvo muy irregular y la francesa logró el primer triunfo para su país desde 1967

Los brazos que se levantaron en la pista central de Roland Garros no fueron al final los de Conchita Martínez. La aragonesa se mostró excesivamente irregular durante la hora y 52 minutos que duró la final y acabó perdiendo por 6-2, 7-5. Permitió así a Mary Pierce, de 25 años, campeona en Australia en 1995 y ya finalista en Roland Garros en 1994, convertirse en la primera francesa que gana el torneo parisiense desde que Françoise Durr lo logró en 1967. El último no fue un día feliz para Conchita. A sus 28 años, acusó en exceso la tensión del momento."Sí. Creo que los nervios me han atenazado al principio, y que luego, cuando he tenido mis opciones en la segunda manga, mi drive me ha ayudado poco", confesó Conchita al término del partido. "Realmente, no he jugado a mi mejor nivel, pero estoy orgullosa de haber estado en la final. Me quedan muchos años y espero ganar algún día este torneo". La primera ocasión se le escapó ayer, sin haberla podido controlar en ningún momento. No parecía que eso fuera a ocurrirle a una jugadora experimentada, que disputaba su tercera final del Grand Slam y que es la única española que ha ganado el torneo de Wimbledon (1994). Esta vez, Conchita tenía motivos sobrados para motivarse, puesto que no sólo disputaba la final de París con la que, hace un mes, confesó que había soñado y que ganaba, sino que tenía de nuevo a su padre en la grada y era a él a quien Conchita quería dedicar su triunfo.

No fue por un problema de falta de motivación que la aragonesa perdió la final. Al contrario, tal vez fue porque no pudo controlar la presión que se había impuesto. Esa tensión no se la pudo quitar ni siquiera el psicólogo con el que está trabajando, Guillermo Pérez, ni tampoco su entrenadora, Patricia Tarabini, que apoyó incondicionalmente a Conchita e intentó insuflarle el espíritu suficiente para cambiar el curso de las cosas. Esa presión la atenazó al principio y le impidió después desarrollar el juego espectacular que le había dado el triunfo ante Arantxa Sánchez en las semifinales.

Frente a Pierce, Conchita no jugó bien. Luchó y se mantuvo viva hasta la conclusión. Pero ni en la primera manga, que perdió cediendo por dos veces su servicio y ganando sólo tres puntos sobre el saque de Pierce, ni en la segunda logró coger un buen ritmo de juego, controlar sus tiempos de pegada e implantar el poder de su fulminante derecha. Sus mejores oportunidades le llegaron en la segunda manga, donde rompió por primera vez el saque de Pierce (concluyó el break con una doble falta), se colocó con 2-0 y dispuso incluso de dos bolas para el 3-0.

Pero en vez de eso, perdió su saque dos veces consecutivas y sólo pudo volver a volar gracias a la segunda y última rotura que le infligió a la francesa. No es que Pierce jugara tampoco un gran partido, pero al menos se mostró algo más regular y encontró en su servicio un apoyo del que Conchita careció. La decisión del partido llegó en el undécimo juego, cuando la aragonesa perdió su servicio por quinta y última vez. Después, a Pierce le quedaba solamente ganar con su saque. Le costó, pues precisó de tres bolas de partido para concretar su triunfo. Tras varios errores consecutivos de las dos jugadoras, Conchita estrelló un resto en la red y finiquitó el partido.

"Hace seis años ya estuve aquí", comentó Pierce a través de los altavoces de la central. "Han pasado muchas cosas, pero nunca olvidaré el día de hoy. Os doy las gracias. Creí que no iba a ganar nunca este torneo. Es un sueño hecho realidad". Luego, pese a una incipiente pitada, habló en inglés. "Papá, sé que me estás viendo. Roberto , buenos días, te quiero". Pierce ganó en Roland Garros, pero tiene motivos de agradecimiento. Nunca lo hubiera logrado sin el apoyo de su hermano y entrenador David, el de su madre en los momentos más difíciles o la estabilidad emocional y religiosa (afirma haber reconfortado su fe en Dios) que le ofrece su novio, Roberto. Es una nueva persona, y una jugadora distinta.

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