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Ayatolás y soberbios

Juguemos al juego de las descalificaciones. Es lo que está de moda, según parece. Me pregunto, antes de nada: ¿podemos jugar todos o este juego es privilegio de unos cuantos que cuentan con la consiguiente bula? Yo entiendo que a esto de las descalificaciones podemos jugar todos los que pagamos impuestos, todos los contribuyentes, no sólo los que viven de nuestras aportaciones al erario público. ¡Faltaría más! Héte aquí, por ejemplo, que el señor presidente de la Diputación de Castellón, don Carlos Fabra, se refiere a la Universidad Jaume I de Castellón como una institución dominada por "ayatolás" e "integristas fundamentalistas". Está en su derecho. ¿Tengo yo, también, el derecho de decir que la Diputación de Castellón está presidida por un mentecato? El presidente Zaplana, el viernes, en Antena 3, con gran satisfacción y regocijo de la directora del programa, Isabel San Sebastián, declaró que el señor Arzallus, "es un ayatolá que según se va haciendo más mayor tiene menos elementos de juicio y racionalidad a la hora de establecer estrategias". Está en su derecho. ¿Me asiste a mí, también, el derecho de decir que Zaplana, según se va haciendo más mayor en el ejercicio del poder, apunta cada vez más las maneras de un autoritario que ejerce su mayoría absoluta como una mayoría absolutista?El presidente Aznar nos ha sorprendido -bueno, quiero decir a quienes se hayan dejado sorprender- con unas declaraciones sobre el problema vasco que, previamente, desde Atenas, había prometido que haría a su llegada a España. "Cuando llegue a Madrid, hablaré de todo y por su orden". En semejantes términos se refirió al lehendakari Ibarretxe cuando a preguntas de los periodistas sobre su breve conversación con él en Durango declaró que al lehendakari "le había dicho todo y por su orden". El tono de estas declaraciones del primer ministro español han merecido que el señor Aznar sea calificado de "soberbio". Por el señor Ibarretxe pero, también y previamente, por el periodista Álvarez Solís. Calificación que uno comparte. Sus descalificaciones al Partido Nacionalista Vasco y en concreto, a su líder Xabier Arzalluz, han merecido el rechazo de todos los partidos democráticos. No por el PP, como es lógico. Véase las declaraciones del señor Zaplana en Antena 3 más arriba indicadas. Hay que seguir al jefe.

¿Y qué pretende el jefe, aparte de demostrar su soberbia? Aquí podríamos entrar en el capítulo de las elucubraciones. A las que todo el mundo tiene derecho. "Al introducir el asunto de la necesidad de sustituir a la actual dirección del PNV, (Aznar) ha proporcionado a Arzalluz la coartada que necesitaba para apelar a las bases en nombre del patriotismo vasco", decía ayer el editorial de EL PAÍS. El PSOE, por su parte, se desmarca del furibundo ataque que, desde su soberbia, lanzó Aznar en su conferencia de prensa del pasado jueves. El presidente español se ha quedado solo con sus descalificaciones al nacionalismo vasco del PNV. El sabrá por qué se lanzó a una aventura en que estaba claro que no le iba a seguir ninguna fuerza política democrática. Si al menos, además de las descalificaciones, hubiese aportado una solución al problema que padece el País Vasco... El señor Aznar, como el señor González, como el señor Suárez, como el mismo Franco, tiene una asignatura pendiente: acabar con ETA. Es competencia y responsabilidad de su gobierno. Pues eso.

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