Cuestión de esnobismo XAVIER MORET
Los esnobs son algo aparte. William Thackeray ya lo decía en 1848, en su libro The snobs of England by one of themselves, y Boris Vian lo cantaba en 1955. "Je suis un snob... je suis un snob... je m'appelle Patrick mais on me dit Bob...". Según una versión muy extendida, la palabra snob surgió a raíz de que las universidades inglesas ponían las letras s. nob (que significaban sine nobilitate; o sea, sin nobleza) junto a los nombres de los pobres desgraciados que no tenían ningún título nobiliario. A partir de este momento, esnob pasó a ser sinónimo de arribista, de hombre que, sin estar adscrito a una determinada clase social, hace lo imposible por aparentarlo.Lluís Quintana Trias acaba de publicar La paradoxa del majordom, con el siguiente subtítulo aclaratorio: Guia práctica per reconèixer un esnob (i no tornar-s'hi). Todo lo que usted quería saber sobre los esnobs y nunca se atrevió a preguntar se encuentra en las páginas de este libro, con especial atención a la aportación catalana al tema. Se cita, por ejemplo, un artículo de Joan Maragall de 1899 que ya hablaba de los esnobs y otro de Carles Soldevila, de 1927, titulado Defensa del snobisme.
Quintana, profesor de Lengua y Literatura Catalanas en la Universidad Autónoma de Barcelona, se "encontró" con los esnobs a partir de su interés por la lengua y por la novela del XIX. "Al tratar de rastrear el origen de la palabra snob, confieso que no he encontrado en ninguna parte referencias a la versión popular que indica que viene de sine nobilitate", comenta Quintana. "Es una buena idea, pero como yo me atengo a la filología no puedo darla por buena si no está documentada". ¿Y cómo es que está tan extendida? "Pues no sé, quizá es que queda muy esnob dar por bueno este origen".
"En el fondo, los esnobs me despiertan mucha ternura", admite Quintana, "porque quieren ser lo que no son, pero también es verdad que a veces me despiertan un cierto desprecio, porque siempre te están echando en cara lo que tú no has hecho y ellos sí".
Un territorio muy propicio para el esnob es el de la cultura. "En la música, especialmente, es donde abundan más, ya que en Cataluña hay poca educación musical", apunta Quintana. "Pasa lo mismo en la arquitectura". ¿Hay lugares más propicios que otros a la aparición de los esnobs? "Por supuesto. Aquí, en el Ateneo , no suele haber muchos, porque es un ámbito cerrado y tradicional. Surgen, en cambio, en sitios donde hay posibilidades de movilidad social. Fue muy buena la época de los socialistas, cuando Guerra soltaba que había que escuchar a Mahler. La Cataluña convergente, en cambio, es demasiado cerrada para propiciar la aparición de esnobs. Un buen lugar para los esnobs es sin duda el Centro de Cultura Contemporánea, y no porque haya conferenciantes esnobs, sino porque trata de temas nuevos en los que el esnob siempre puede meter baza. Otro lugar excelente, por supuesto, son las presentaciones de libros y los vernissages".
La cuestión del esnobismo en Cataluña interesa mucho a Quintana. "Existe la manía de que el esnob es algo muy inglés y propio de sociedades muy sofisticadas", dice, "pero si rascas un poco salen por todas partes. En Cataluña, autores como Pasqual Maragall, Narcís Oller y Carles Soldevila se han ocupado del tema". "Soldevila entendió la importancia que tenían los esnobs para su campaña cultural", indica. "A él le interesaba prolongar el noucentisme y vio que había que contar con ellos. Su Conferència Club era una concentración de esnobs, pero gracias a ellos había conferenciantes de categoría".
El esnob, según Quintana, siempre tiene unos cuantos tópicos a mano. Por ejemplo, "nunca miro la tele, pero este programa lo vi casualmente". O "me gusta mucho leer, pero no tengo tiempo para hacerlo". El esnob también suele ser fetichista en el vestir, con lo que el famoso anuncio del imitador de Volkswagen viene a ser como un paradigma del esnobismo.
Echando la vista atrás, los años de la gauche divine se le antojan a Quintana ideales para el esnobismo. "Fue una buena época porque había gran movilidad social", señala, "pero es curioso que en los artículos se habla mucho de pijos pero no de esnobs. El esnob, en definitiva, es un pijo que se ha intelectualizado. Yo creo que en Tuset Street había más esnobs que pijos, además de gente muy sólida, por supuesto. Yo conozco pijos que no abren un libro ni que los maten, mientras que a un esnob siempre le va bien un barniz cultural".
Para terminar, apunta Quintana otro campo excelente para los esnobs: el turismo. Cuando alguien comenta que planea viajar a un país lejano, el perfecto esnob siempre contraatacará diciendo que él ya ha estado unas cuantas veces. "Esto también vale para la Costa Brava, donde hubo una época en la que Sagarra, Foix, Pla y Garcés parecían rivalizar sobre quién la había vivido de modo más auténtico", apunta Quintana. "Todos decían que iban allí desde hacía muchos años". ¿Y dónde suele pasar los veranos el profesor Quintana? "Yo, pues en El Port de la Selva... pero desde hace ya muchos años".
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