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Final de la Copa del Rey

Una afición por fin recompensada

Los 20.000 seguidores del Espanyol vibraron, enloquecieron con Tamudo y hasta trataron de animar al guardameta Toni

Robert Álvarez

"Dadnos esta alegría. Viva el Espanyol". La pancarta escrita en catalán resumía el estado de ánimo de una afición, la perica, que hizo el desplazamiento más numeroso de toda su historia con 20.000 aficionados que pudieron haber sido el doble porque socios, simpatizantes, todos comprendieron la trascendencia que tenía la final de ayer para una entidad acostumbrada siempre a sufrir. Todos entendían que si el Atlético tenía razones obvias para querer sentirse acreedor al título -su consumado descenso-, los motivos del Espanyol eran históricos, de un alcance sin punto de comparación.La afición blanquiazul fue la primera en llegar, su equipo fue el primero en salir a calentar, su alineación fue la que primero se cantó... La impaciencia se palpaba entre las familias y generaciones de pericos que se dieron cita en Mestalla, incluidos los jugadores. Tenían buenos motivos para que un especial gusanillo hiciera subir su adrenalina a medida que llegaba la hora de la gran cita. Habían tenido que transcurrir 43 años desde que el Espanyol jugó una final copera, 60 desde que la ganó (1940), en el que fue el último y tan sólo segundo título de su historial ya centenario. Entre medias, el Espanyol había perdido una final, la de la Copa de la UEFA en 1988, de la forma más terrible e inédita posible, cayendo en la tanda de penaltis en Leverkusen después de haber ganado por 3-0 en Sarrià. Resultaba de todo punto imposible que la afición, que los jugadores, que el club se abstrayera de una historia tan gris, por si fuera poco aderezada por unos desmanes económicos que le llevaron a tener que vender hace tres años su entrañable estadio de Sarrià. Tantos años de espera coincidían además con el largo mes de preparación que le había permitido al equipo blanquiazul quedar a salvo de todo peligro de descenso en la Liga y el partido contra el Real Madrid en el que consiguió la clasificación para la final de ayer.

Pero fue el Atlético el que hizo rodar primero el balón, el que se asomó primero al área. Una cosa es salir a todo trapo y otra que se te coman los nervios empezaron a temer los aficionados blanquiazules. No fue el caso. La primera vez que pudo mover el balón el Espanyol le fue que ni pintado. Arteaga encontró terrreno por el flanco izquierdo y Tamudo protagonizó el primero de sus típicos forcejeos con la defensa del Atlético. Y cuando medio estadio se tomaba el primer respiro, mientras que Toni -el ex capitán del Espanyol ahora en las filas rojiblancas- botaba el balón para ponerlo en juego, la pillería de Tamudo sacó el gol de la nada. La afición del Espanyol tardó en reaccionar, tuvieron los aficionados que restregarse los ojos, todos boquiabiertos, sorprendidos por un imprevisto tan decisivo. Pero sí, era el 1-0. "¿Pero cómo ha sido?" Era la pregunta de muchos, incluido el técnico Paco Flores, que pedía información de primera mano a un banquillo que lo festejaba a base de brincos como si en lugar de ser el tercer minuto fuera el último.

La afición perica no olvida a sus jugadores y muy especialmente a Toni que, a diferencia de Capdevila, fue reconocido y homenajeado cuando dejó el club hace un año. Ayer, tras el descanso, cuando Toni iba a ocupar su puesto bajo palos, justo en la portería situada ante la afición blanquiazul, fue aplaudida por ésta. Pero los mayores aplausos de la noche se los llevó Tamudo cuando fue relevado por Serrano. Quedaba el último tramo y como ha sido su sino a lo largo de toda su historia, la afición blanquiazul todavía tenía mucho, muchísimo que sufrir y tratar incluso de reanimar a su equipo al borde del síncope en los diez últimos minutos cuando se quedó con diez jugadores tras la expulsión de Nando. Pero los constantes zapatazos de Hasselbaink, esta vez no llegaron a su destino. Tal vez, como muchos supersticiosos había sentenciado, porque si Baljic, prácticamente solo, no marcó en el último minuto del partido decisivo de las semifinales un gol que hubiera metido en la final al Real Madrid, fue porque estaba escrito, no se sabe dónde, que esta vez sí, la dicha del Espanyol iba a ser completa: victoria, título y clasificación para jugar la Copa de la UEFA en el año del centenario.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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