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CICLISMO Giro

El breve bufido de 'Guti'

El gigante del Kelme, conocido como El Búfalo, regresa al anonimato

Quique, Guti, Búfalo. Ante cualquiera de los tres apodos vuelve la cabeza José Enrique Gutiérrez Cataluña (Vinalesa, Valencia, 1974), un forzudo del pelotón, un tanque, un tipo al que todo líder quisiera tener delante de su rueda. Él, de momento, ha desistido de tal condición. Tuvo su día de gloria en Prato. Lució la maglia rosa por la Toscana durante una jornada y ahora vuelve a su antigua labor. La de escolta. "Es de los que antes de que se vea la etapa por televisión, durante los primeros 180 kilómetros, tira como un animal. En llano va como un obús", relata el líder de un equipo profesional español. "Le compararía con Leanizbarrutia, que en su tiempo optaba a los primeros cinco puestos de las grandes carreras. Cuando está bien hace la selección y en una escapada es el mejor compañero posible. Es un burro".A Gutiérrez, el Kelme le tenía reservado un lugar preferente en la primera semana del Giro, a pesar de que hasta vestirse de rosa pocos le tenían catalogado en Italia. En el pelotón español, que enseguida se sabe por dónde anda cada cual, ya le etiquetaron hace años, cuando un compañero le vio bufar. "Cuando se le enciende la adrenalina tiene una especie de tic, un tufido en la nariz", explica su padre. Si a esto se añade el detalle de su estatura (1,88) y de su peso (ahora 73 kilos, pero empezó la temporada con 78) no hacen falta muchas aclaraciones sobre el porqué del mote de El Búfalo, aunque a su familia no le entusiasme.

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Su padre, también llamado José Enrique, tiene estos días un motivo de orgullo ante sus compañeros de la Policía Local en Vinalesa. Aunque teniendo en cuenta la amplia plantilla que guarda en casa, cualquiera de sus hijos podían darle un alegrón. Los cinco se dedican o se han dedicado al deporte, en especial al ciclismo. "Yo competí a los 30 años. Corrí algunas carreras, pero me faltaban principios técnicos. Los chavales se contagiaron", recuerda el padre, que inscribió a sus hijos desde la infancia en las escuelas de ciclismo. El domingo, siguiendo la etapa por televisión, no pudo reprimir la euforia. Junto al resto de la familia, los amigos y buena parte de Vinalesa (2.000 habitantes) empezaron a preparar un recibimiento para su hijo mayor. Ayer, pese al varapalo en la subida a San Pellegrino, todavía mantenían sus intenciones.

Aunque perdió casi siete minutos con respecto a Francesco Casagrande, a nadie le cogió por sorpresa el desfallecimiento de Quique Gutiérrez. Al fin y al cabo, el corredor del Kelme tiene alma de rodador y cuerpo de contrarrelojista, pero su peso le frena en las cuestas. En la media montaña aguanta. Sin embargo, el Giro tiene rampas vetadas a los gigantes. En San Pellegrino llegaban incluso al 18%. Ahí se atascó. Ni su tozudez ni el trabajo del Kelme pudieron con el destino.

De momento, él tendrá que conformarse con volver a su papel secundario, disfrutar de su día de gloria y centrarse en asomar de nuevo la cabeza cuando se presente solo ante el crono. En eso, Gutiérrez, a sus 25 años, tiene mucho que contar. Ya fue campeón de España aficionado en ese terreno. Y en las etapas prólogo disfruta aún más. Son su especialidad: terreno llano, pocos kilómetros, agachar la cabeza y a castigar a los pedales. Ahí afloran los músculos y la potencia. Entonces resopla el búfalo que lleva dentro.

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