NECROLÓGICAS
Rafael Pérez Estrada, escritor
En la noche del domingo, a los 66 años de edad y tras casi tres años de burlar con dignidad, ironía y elegancia un cáncer que los médicos habían diagnosticado de terminal, murió en Málaga, su ciudad, el escritor Rafael Pérez Estrada. Nombrado Hijo Predilecto de Málaga hace apenas una semana, Pérez Estrada recibió durante la madrugada del domingo y la mañana del lunes los últimos adioses de amigos, familiares, escritores, intelectuales y políticos en una capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento de Málaga. Sus restos fueron incinerados en el cementerio de San Gabriel. El mar, frente al que vivía el poeta, ayer estuvo un poco más triste.Abogado de profesión, mediterráneo de vocación, dibujante vitalista, histriónico y brillante como nadie en el uso de la palabra, fue finalista en dos ocasiones del Premio Nacional de Poesía (1987 y 1989). Varias instituciones e intelectuales promovían desde hacía meses la candidatura de Pérez Estrada para el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Si bien siempre fue tomado como escritor de minorías, su obra -imaginativa, heterodoxa, inclasificable- fue luminosa y absolutamente original, siendo motivo de culto para numerosos contemporáneos. Escritores como Juan Carlos Mestre, Antonio Soler, Juan Cobos Wilkins, Rafael Ballesteros, Félix Bayón o Cilleruelo lo consideran, real o cariñosamente, su maestro. Autor de decenas de títulos que vivían en un terreno único entre la poesía, la greguería y la prosa poética con guiños borgianos, Pérez Estrada vivió en estos últimos años un torrente de homenajes y ediciones: El muchacho amarillo, La extranjera, Ulises o el libro de las distancias o una antología poética en Plaza y Janés son los últimos publicados.
Junto a una obra literaria aún no suficientemente reconocida, Pérez Estrada fue además uno de los principales impulsores de la modernidad cultural, las vocaciones literarias y los movimientos democráticos en Málaga. A la muerte, que consideraba "el mayor fracaso de la ciencia", aconsejaba afrontarla "con dignidad romana".-
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