_
_
_
_
Javier IruretaEntrenador del Deportivo

"Lo que más me alegra es haber vencido al fatalismo"

Xosé Hermida

Nació en Irún, una de las cunas del fútbol español, cuyo equipo, el histórico Real Unión, fue el primero en felicitarle por el campeonato que acaba de lograr con el Deportivo. Javier Iruretagoyena se apuntó pronto a la tradición local, se convirtió en un buen futbolista, le acortaron su apellido y llegó a ganar dos Ligas y una Copa Intercontinental con el Atlético de Madrid. Pero, como entrenador, le aguardaba una carrera más humilde. Empezó desde la misma base, el Sestao, y acabó etiquetado como el clásico técnico que sólo sirve para los equipos de supervivencia.En el Deportivo, tampoco se encontró con un trabajo fácil. Tuvo que lidiar con el recuerdo de un equipo y un entrenador ya legendarios, con un vestuario tormentoso y una crítica y una afición que lo examinaron con lupa. Pero, al final, Irureta se ha convertido en el primer técnico nacido en España que gana la Liga en los últimos 15 años. Ahora, mientras charla en el vestíbulo del hotel donde vive, la gente no para de acosarlo. "¡Qué felices nos han hecho!", le dice una señora, "desde el viernes, mi hijo me dice al levantarse que aún no acaba de creérselo". Irureta afronta la nueva situación con su serenidad habitual, aunque tampoco sin ocultar su orgullo.

Pregunta. ¿Cuando uno gana un título como entrenador, lo siente como un éxito más personal que siendo futbolista?

Respuesta. El sentimiento es diferente en ambos casos. Como futbolista, lo compartes más, una alegría más socializada. Como entrenador tienes un grupito de trabajo pequeño y te sientes más implicado, más responsabilizado en el triunfo.

P. Tampoco es lo mismo lograr un título en un club acostumbrado al éxito que en otro sin tanta historia detrás.

R. No hay más que ver las expresiones de júbilo en la ciudad, esa ilusión tremenda que estamos viendo estos días. Ganar es muy bonito y no resulta fácil para nadie, ni siquiera para Madrid y Barcelona. Pero en un equipo como éste, que además había perdido otra oportunidad hace seis años, encierra un simbolismo mayor.

P. Hace dos años, usted había hecho una gran campaña con el Celta, al que clasificó para la UEFA después de 27 años de ausencia. La situación parecía ideal para quedarse allí. ¿Por qué aceptó la oferta del Deportivo?

R. Con el tiempo se puede ver que he acertado, pero en su momento fue una apuesta muy arriesgada, porque a mí en Vigo se me reconocía mucho mi trabajo: logramos entrar en la UEFA y empezamos a jugar bastante bien al fútbol, aunque nos faltase un punto de madurez. Lo que pasa es que al final ocurrieron una serie de hechos que ya me hicieron dudar de que realmente se me reconociese. Yo pedía dos años de contrato y se me pusieron muchas trabas. Y tuve ofertas de hasta seis equipos de Primera. El Deportivo aceptó en seguida contratarme por dos temporadas.

P. Tal vez estaba buscando la oportunidad que pocas veces tuvo en un equipo con aspiraciones. Hace años, se frustró su fichaje por el Atlético de Madrid y su paso por el Athletic acabó mal.

R. Bueno, también hace siete u ocho años tuve la oportunidad de ser seleccionador nacional, pero me había comprometido con el Oviedo y allí decidí seguir. El Deportivo era un equipo grande, pero tampoco asentado entre los grandes. En presupuesto seguimos teniendo la tercera parte del Madrid o del Barça, y ya no digo nada en cuanto a infraestructura. La trayectoria de este club en los últimos años lo había convertido en un espejo para otros. Pero no era ese equipo del que ya estás absolutamente convencido de que se ha consolidado. Es más, dejé un equipo clasificado para Europa por otro que el campeonato anterior había sido 12º y parecía estar en una trayectoria descendente. No era ningún chollo y, en el fondo, me dije: 'tienes más valor que Manolete'.

P. Lo que nunca pensó es que aquí iba a ganar su primera Liga.

R. No, nunca. El año pasado, entramos en la UEFA, perdimos la Liga de Campeones al final y llegamos a las semifinales de Copa. A principio de esta temporada, podías soñar, pero la verdad es que dar un salto del sexto puesto del año anterior al primero parecía demasiado. Además, al comenzar la campaña veía muchas dudas en el equipo. Luego, al alcanzar el liderato pronto y consolidarlo, ganamos autoconfianza y el carácter del grupo se fue formando.

P. Usted se encontró en A Coruña con un vestuario conflictivo, plagado de nacionalidades y culturas distintas. ¿Fue muy complicado lidiar con esa situación?

R. Era una situación más compleja que las que había manejado hasta entonces. No puedes rechazar a nadie por el hecho de ser extranjero, pero es necesario buscar un lazo común, una especie de nexo dentro del vestuario, para que haya un sentimiento y unos objetivos generales. Por eso creí que sería bueno que el equipo se españolizara un poco, no sólo fichando jugadores nacionales, sino gente con experiencia en nuestra Liga, como ha sido el caso de Makaay y Jokanovic. El Valencia ha seguido una línea muy parecida y también le ha dado resultado. A veces es importante prescindir del tiempo de adaptación de un jugador, porque hay futbolistas que son buenos en su entorno, pero que pueden cambiar si los llevas a un país diferente.

P. ¿Cuesta más comprometer con el equipo a los extranjeros?

R. Depende el carácter de cada uno. Aquí hay jugadores como Mauro o Donato absolutamente comprometidos con el deportivismo. Pero es verdad que el fútbol vive un momento muy inestable. Los futbolistas se dejan guiar por los representantes, que tienen intereses muy variados, y están poco tiempo en los sitios, se dejan llevar por sus propias ambiciones y no alcanzan la comunión que han de tener con el club y con la ciudad.

P. ¿Le sorprendió el nivel de exigencia de la afición coruñesa?

R. Ya me lo habían dicho algunos compañeros y hasta los mismos periodistas me lo advirtieron al llegar. En esta ciudad han nacido jugadores como Amancio y Luis Suárez, muy buenos técnicamente, y eso deja su poso. Pero también es verdad que este equipo ha bajado a Segunda B y a Tercera incluso, y que no se puede vivir sólo de los recuerdos. A mí hubo quien me dijo que aquí sólo gustaba la calidad y no los jugadores correosos tipo vasco. Y yo les decía: ¿pero es que habéis estado toda la vida al nivel del Manchester? En todo caso, quizá sea cierto que, a pesar de todo, aquí haya un modo diferente de ver el fútbol. Esta es una ciudad a la que, en general, le gusta mantener su singularidad, que se siente un tanto especial.

P. ¿Pesó mucho sobre el equipo la nostalgia por la época dorada del Superdepor?

R. Esa huella aún no había quedado borrada y se hablaba mucho de ella, se recordaba constantemente a Bebeto, a Djukic, a Arsenio... Yo lo notaba en los corrillos, en las conversaciones con las peñas,... Al final, las charlas siempre se remontaban a aquella época. El equipo tenía detrás esa sombra.

P. Los entrenadores que marcan una época dejan una sombra muy larga. La de Arsenio, por ejemplo, acabó con Toshack. ¿Le complicó mucho las cosas esa situación?

R. Yo siempre he dicho que Arsenio es para mí un ejemplo a seguir, porque consiguió algo muy difícil para cualquiera: triunfar y ser reconocido en su propia ciudad, algo que no es habitual en el deporte. La sombra existía, pero tampoco fue algo molesto para mí y yo siempre traté de convertir la época de Arsenio en una referencia positiva, aunque dejando claro que no podíamos vivir sólo del recuerdo.

P. ¿Cuándo empezó a considerar seriamente la posibilidad de alcanzar el título?

R. Al finalizar la primera vuelta. Quedamos campeones de invierno y llevábamos ventajas de cinco o seis puntos. A partir de ese momento, empecé a sospechar de que podíamos lograrlo, aunque el margen de incertidumbre era muy grande.

P. En la segunda vuelta, el equipo tuvo un comportamiento muy extraño. Arrasaba en casa y fuera lo perdía todo. ¿Le obsesionó esa situación?

R. No, al revés, empecé a pensar que si seguíamos así en casa, podríamos lograr el título. En todo caso, es verdad que tenemos que mejorar nuestra capacidad de sufrimiento, aprender a solventar determinadas situaciones, a enfrentarnos a circunstancias en que el adversario puede tener más el balón y el público empuja en su favor.

P. La actitud de su equipo fuera de casa era muy conservadora.

R. Yo creo que no. ¿Qué se interpreta por conservador, que el contrario tenga más la pelota? Pues eso le pasa a cualquier equipo fuera de casa. El equipo no se hacía más conservador, lo que ocurre es que no era capaz de quitarle la pelota al contrario.

P. ¿Y cuándo pensó definitivamente que el título no se iba a escapar?

R. Hasta muy avanzada la segunda vuelta. Porque, de pronto, cambió el estado anímico del Madrid, y el Barcelona también tuvo durante unos cuantos partidos una pequeña reacción. Pero yo siempre traté de enviar al equipo el mensaje de que, con la confianza que teníamos en casa, podría bastarnos.

P. ¿Nunca tuvo la pesadilla de que le ocurría lo mismo que a Arsenio?

R. De verdad que no. Por eso siempre que me preguntaban por el asunto, trataba de responder con ironía para quitar hierro a la situación. A mí nunca se me ocurrió pensar que podía repetirse toda esa historia del último partido y del penalti en el último minuto. Pero sí notaba esa sensación en el deportivismo en general. Mucha gente, entre ellos gallegos que viven fuera, me escribían cartas para decirme que nos iba a pasar lo mismo que la otra vez. Había cierta sensación de fatalismo, de que este equipo nunca podría ganar la Liga, y eso se acrecentó en las últimas jornadas. Se buscaban toda clase de analogías con la situación anterior. Yo cogí un enfado muy gordo el día del Zaragoza sobre todo por el lío de la expulsión de Djalminha. Y ahora resulta que con los puntos que conseguimos ese día ya hubiésemos sido campeones. Pero, en fin, me he dado cuenta de que los gallegos recuerdan demasiado lo negativo

P. Y al final, han vencido al fatalismo

R. Eso es de lo que más me alegro. Que la gente se haya olvidado de ese negativismo y ahora se dedique a disfrutar.

P. El Depor ha sido el campeón que más partidos ha perdido en toda la historia de la Liga. Mucha gente cree que este ha sido un campeonato pobre.

R. También somos uno de los campeones que más partidos ha ganado (21) y estamos en la Liga de la ley Bosman, en la Liga que ha colocado tres equipos en las semifinales de la Copa de Europa... Decir que esta es una Liga mala resulta un contrasentido. Lo que ha sido es la Liga más igualada de los últimos años, una tendencia que se va haciendo más acusada.

P. En todo caso, Madrid y Barcelona parece que han pagado su participación en la Copa de Europa. ¿Cree que el Depor tiene que ampliar mucho su plantilla para poder afrontar las dos competiciones?

R. Dependerá de lo que ofrezca el mercado y de nuestras propias posibilidades. Creo, aunque todavía no sé en qué medida, que habrá una ilusión por intentar hacer algo en la Champions, y eso puede condicionarnos la Liga. Hay que reforzarse, pero yo voy a seguir confiando en la base de esta plantilla.

P. Da la impresión de que a usted no le convencen los jugadores con demasiada aura de estrellas.

R. No es así. Me gustan los muy buenos jugadores siempre que aporten cosas al equipo. Pero yo nunca renunciaría a tener un Cruyff o un Zidane. Otra cosa es que este equipo no cuente con grandes figuras, aunque sí con jugadores buenos que aportan cosas interesantes. Makaay vino del Tenerife, que acababa de descender, y ha marcado 22 goles. Ser una figura implica más que hacer determinadas acciones individuales. En otros sitios, y aquí también, hay mucho curroromerista. A mí Curro Romero me parece un gran torero, pero igual hay que estar todo el año esperando que haga un buen pase... Creo que esos valores se pueden compatibilizar con otras cualidades que también necesita un equipo.

P. ¿Seguirá Djalminha?

R. No tengo ni idea. En principio, le quedan dos años de contrato, pero determinados sectores periodísticos, que tienen buena relación con él, aseguran que se irá. Lo hablaremos estos días.

P. ¿ Ha sido su gran dolor de cabeza esta temporada?

R. Es un jugador especial y siempre intenta hacer valer su propia especificidad. Eso a veces resulta positivo y otras negativo para el equipo. Este año ha tenido partidos muy buenos y creo que ha cambiado: se sacrifica más y se ha dado cuenta de que, al menos en el fútbol europeo, no puedes estar todo el partido esperando a hacer un par de cosas.

P. A partir de ahora, ya se sabe que al equipo le exigirán mucho más. ¿Le preocupa eso?

R. Creo que nunca hay que olvidar cuál es nuestro verdadero peso y de dónde partimos. Por ejemplo, aún nos falta experiencia en Europa. Es bueno que nos pongamos metas y que la gente, en medio de la euforia, diga: 'y ahora, a por la Champions'. Pero luego vendrá el día a día y no hay que olvidar nuestras posibilidades y la entidad de equipos como el Manchester, el Bayern...

P. Usted estaba catalogado como el típico entrenador muy bueno para los equipos medianos, pero incapaz de triunfar en un grande.

P. Yo me siento muy orgulloso de cosas que he hecho en mi carrera, por ejemplo en el Sestao, que cogí en Segunda B y estuve a punto de ascender a Primera. Pero yo lo que no podía era ganar la Liga con el Logroñés o el Oviedo. En cualquier caso, siempre he encontrado gente que me ha valorado mucho. Lo que pasa es que a veces el periodismo me adjudica cosas en las que yo no me reconozco.

P. En cualquier caso, al menos en A Coruña, le ha costado conectar con la afición y no se ha librado de muchas críticas.

R. A mí a veces parece que se me exige más. Pero yo me quedo con el reconocimiento de mucha gente y no con los que siempre te están diciendo que la culpa la tienes tú. Este no es un equipo perfecto, tiene sus goteras. Creo que su mejor valor ha sido la constancia. Se ha dicho que jugábamos mal y hemos metido 66 goles. A veces al fútbol hay que ponerle un poquito de pausa y tener una visión más serena, sin tanta visceralidad.

P. ¿Le han llamado muchos colegas españoles para darle las gracias por lo que ha conseguido para los técnicos nacionales?

R. Me han llamado más amigos que entrenadores. En todo caso, esto es bueno para todo el colectivo, que estaba poco valorado entre los directivos, la prensa y el aficionado en general.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_