Ciscar y 'el perill català'
En una de mis primeras estancias en Valencia conocí en una mañana de domingo a un publicista que recuerdo se llamaba Bayarri. Era un hombre tremendamente fiel a la lengua del país a la que utilizaba en unas pequeñas publicaciones que pienso sofocaba con sus reducidos ingresos. Al mismo tiempo mantenía una actitud absolutamente contraria a todo lo que fuera catalán y de ahí el título de su publicación más destacada que acabo de utilizar para encabezar este artículo. Me era difícil simpatizar con lo segundo pero sí con su fidelidad lingüística. Cuando falleció, Joan Fuster le dedicó una palabra de ternura en la revista Serra d'Or. Poco podía pensar nuestro publicista que años a venir aparecería un valencianismo anticatalán que solamente utilizaría el castellano. Estos serían ya puros y duros derechistas con un ropaje ideológico poco sincero en relación al propio país. Me unió gran amistad y estimación con Fernando Abril Martorell pero siempre nos separó su, para mí, irracional posición en este tema contradictoria con su segundo apellido.Ciprià Ciscar ha sido el innovador que ha introducido el temor al perill català desde la izquierda. Espero que lo haya utilizado por una sola vez. Ha atribuido a socialistas catalanes la mala situación de los socialistas valencianos. A renglón seguido ha aclarado que Pasqual Maragall era ajeno a estas maniobras que el PSC desmintió inmediatamente mostrando su extrañeza por algo que se creía monopolio de posiciones conservadoras o más que conservadoras. Las sospechas han recaído sobre Narcís Serra, en primer lugar. Quienes le conocen les parece bastante raro puesto que como sucede, sea bueno o malo, a los valencianos del norte normalmente se preocupan poco de los valencianos del sur. Una segunda pista inculpatoria parece conducir a dos socialistas catalanes de destino y andaluces y extremeños de origen que opinan que Ciscar no ha sido positivo en la organización del socialismo español pero que tampoco ha ayudado a sosegar el socialismo valenciano. Una opinión que he escuchado de personas que no eran ni catalanas ni valencianas. Podría ser que Serra fuera también un partidario descriptible de Ciscar. Parece superfluo defender el derecho a opinar si están al corriente de pago en sus cuotas societarias. Parece que continuar por esta línea no beneficiaría a nadie.
Lo cierto es que la opinión sobre el citado socialista valenciano en Cataluña era francamente favorable hace unos pocos años debido a su buena relación con Joan Fuster, ahora ya muy olvidado en el Norte, así como por algunas iniciativas en el terreno cultural de una considerable hondura. También se valoraba su actitud mezcla de claridad y de prudencia sobre la lengua de los valencianos, su utilización y su enseñanza. Por lo tanto, desde el terreno de las características nacionales Ciscar más bien levantaba apoyos que rechazos. Más claramente, muchos más apoyos que rechazos. Pienso que también ayudaba su figura centroeuropea que comparte con Miguel Boyer y que a los melómanos les evoca a un músico de cuerda de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Un perfil tan civilizado siempre se agradece en la estética del paisanaje.
A mí, debo confesar, en mi fuero interno ha inspirado una cierta desconfianza. El haber sido alcalde antes de la llegada del sistema democrático podía ser una causa. Otras dos son que los dirigentes amigos de dos partidos clandestinos le querían cercano a sus posiciones estando muy distantes. Unió Democràtica del País Valencià y Moviment Comunista del País Valencià. Mas estas son unas cosas que solamente afectan a mi manera de entender las personas. De todos modos nos es muy difícil que nuestros recuerdos no influyan en nuestro pasado puesto que la historia es "el pasado que no pasa" o que nos alcanza al llegar antes que nosotros al futuro. Al menos uno tiene esta fragilidad pese a mis muchos deseos de corregirme.
El PSPV tiene problemas lo que es más evidente dada la gran fuerza que tuvo: bajo la presidencia de Joan Lerma se constituyó una labor que es difícil de soslayar si se está sosegado. Como tantas veces, la búsqueda de soluciones es interna. Me parecería absolutamente incorrecto por mi parte ir más allá de consideraciones genéricas y no solamente porque mi origen geográfico sea para algunos, ¡ay!, piedra de sospecha sino porque son los miembros de la parroquia los que deben opinar y yo no soy de esta parroquia. Si no lo somos y no opinamos también debemos solicitar que se nos sitúe aparte de la confrontación que ya es de por sí bastante difícil y negativa. Un derecho mantendremos, se nos permita o no, el de alegrarnos si todo va a mejor. Seguro que Ciprià Ciscar también se alegrará y contemplará a sus últimos años como sus tiempos adversos.
Ernest Lluch es catedrático de Historia del Pensamiento Económico.
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