Feminismo cuantitativo

Tal vez debido a su situación fronteriza, el Centro Andaluz de Teatro acostumbra a realizar propuestas audaces a partir de textos clásicos, contando ocasionalmente con el concurso de directores de escena de nombre, como Miguel Narros o este de Emilio Hernández. A esa particularidad se une en este espectáculo otra de parecida envergadura, y es la coproducción con una compañía de teatro palestina, que aporta también algunas de las actrices del reparto. Otra singularidad estriba en la adaptación llevada a cabo por la poeta Ana Rosetti, que consiste en una resuelta lectura feminista de la obra, no sólo por el hecho de que todos los personajes de la obra son interpretados por mujeres sino más bien por el intento de feminizar la experiencia de un mito tan anclado en el imaginario español como el del texto de Lope. El resultado es estimulante casi siempre, contradictorio algunas veces, y admite la sospecha de lo innecesario por el riesgo de caer en una variante del feminismo numérico.Emilio Hernández, director de dilatada trayectoria, consciente de algunas de las dificultades que planteaba el trabajo con unas actrices no demasiado experimentadas, opta por una puesta en escena que desvía el recitado del texto hacia el subrayado de un trabajo actoral que antes se llamaba de "expresión corporal", lo que en algunos pasajes de la obra dificulta más que ilumina la escena que se trata de reconstruir. Sin duda, pueden hacerse muchas cosas con un texto tan conocido y emblemático como Fuenteovejuna, salvo, quizás, subrayar sus obviedades por la vía de la inclusión novedosa. Esa obviedad con elementos originales superpuestos se manifiesta también en un dispositivo escenográfico que reproduce a su manera el entorno de alambradas que se atribuye al universo concentracionario, de manera que juega a favor del texto hasta el punto de resultar muy redundante. Tomar a Lope como pretexto para cuestionar el androcentrismo parece legítimo pero no por ello especialmente afortunado.