Democracia política y social
A pesar de que el Primero de Mayo del 2000 se sitúa en parámetros bastante similares a los del pasado año, existen vectores reflexivos que merecen una consideración específica.La semana laboral de 35 horas como instrumento de creación de empleo y la instauración de un salario social para los desempleados y desempleadas que no perciben remuneración económica alguna se han configurado como referentes reivindicativos y movilizadores del movimiento sindical vasco, en demandas concretas y directas para un reparto del trabajo y la riqueza que responda a un contexto de crecimiento económico cuyo rastro de desigualdades, precariedad... afecta a miles y miles de trabajadores y trabajadoras, y a la juventud especialmente.
La huelga general del 21 de mayo significó un gran revulsivo para las posiciones sindicales y marcó el inicio de una batalla por las 35 horas que está empezando ya a dar resultados. Los trabajadores y trabajadoras de la Administración pública en Nafarroa, las plantillas de los ayuntamientos e instituciones forales en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia han consolidado ya acuerdos de reducción de jornada laboral a 35 horas y, lo más importante, se han definido compromisos de creación de empleo en dichos ámbitos laborales.
En las próximas semanas, tras superar una actitud muy contradictoria y negativa, las 35 horas se podrían extender a todos los trabajadores de la Administración de Gasteiz. Este hecho significaria que en todo el ámbito de la Administración pública en Hego Euskal Herria las 35 horas serían una realidad. Es decir, tras la huelga general y un año de presión en la negociación colectiva, la reducción de la jornada estaría lograda en todo el sector público (salvo los servicios de la Administración central) y comenzaría el asalto definitivo a esta reivindicación en el ámbito privado a partir del otoño.
Este Primero de Mayo debe constituir una palanca importante para acumular fuerzas, convicciones... y preparar una ofensiva sindical que combine adecuadamente la negociación colectiva sectorial y la dinámica confederal. Por lo tanto, estamos en el buen camino y convencidos de que esa reivindicacion esta "madura" y al alcance del sindicalismo y de la clase trabajadora vasca.
Parecida reflexión podríamos realizar en torno al salario social. Una reivindicación que el sindicalismo ha recogido e impulsado con fuerza y situado como elemento determinante de una política social real. En torno a la misma el movimiento social y sindical ha ido vertebrando una dinámica reivindicativa, interpelativa y movilizadora que está obligando a los partidos políticos a plantear definiciones clarificadoras en torno al modelo social que cada cual impulsa.
El próximo debate en comisión parlamentaria de la ILP marcará posiciones y será un buen momento para acentuar la presión sindical a favor del salario social.
La semana laboral de 35 horas y el salario social se configuran como ejes centrales de un movimiento sindical que con su actividad está demostrando que Euskal Herria es una realidad política, sindical... diferenciada, que Euskal Herria es una realidad nacional.
Mientras, en el Estado español el movimiento sindical sigue desorientado, desmovilizado, sin pautas reivindicativas e introducido en un diálogo social vacío con una derecha que gestiona cómodamente en beneficio de determinados intereses esta coyuntura económica, en Euskal Herria la vitalidad reivindicativa y de intervención del sindicalismo, su implicación en la problemática estructural que vive nuestro país, testifica una realidad diferente que debemos potenciar e impulsar. El desarrollo de la misma irá legitimando la posición del sindicalismo abertzale, adquiriendo más espacios de representación y situándose como agente social con capacidad mediática real, y no virtual, para luchar por los intereses de trabajadores y trabajadoras.
Esta reflexión adquiere más fuerza cuando ya se nos anuncia una nueva reforma laboral desde Madrid. Una reforma que agudizará los efectos negativos de la anterior y que, al parecer -hay que ver la seguridad de Aznar al hablar de este tema-, tras los rifirrafes de salida, será avalada por CCOO y UGT, sindicatos que bajo argumentaciones de falso posibilismo volverían a echar otro capote al PP. ¿Por qué? Eso sería materia de otro artículo.
Por eso decimos que en una coyuntura histórica como la que vive Euskal Herria el sindicalismo abertzale debe ser sujeto clave para fusionar, en el plano reivindicativo, democracia política y democracia social, construcción nacional y social.
Democracia política para que se reconozca Euskal Herria y se articule un espacio democrático de confrontación de ideas y proyectos políticos sin mas límites que el de la voluntad popular. Las constituciones y estatutos no pueden ser diques políticos de la voluntad popular pues eso significa poner límites a la democracia o mejor dicho plantear un funcionamiento democrático trucado o según la horma impuesta por unas posiciones políticas muy concretas. Y la voluntad popular de los hombres y mujeres de Euskal Herria no puede estar encarcelada en tal o cual constitución.
Democracia social para que los trabajadores y trabajadoras vascos, además de exigir una nueva arquitectura politico-institucional, dispongan de instrumentos, de derechos, que permitan articular una realidad social justa y solidaria. Por eso LAB remarca con claridad que la reivindicación del Marco Vasco de Relaciones Laborales, la exigencia de las 35 horas y el salario social... son instrumentos y materias que hacen construcción nacional, que posibilitan construir la sociedad vasca, darle cohesión social y proyectarla de manera positiva para el futuro.
Rafa Díez Usabiaga es secretario general de LAB.
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