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Poesía callejera

MANUEL ALVARGarcía Gómez tenía 25 años y era una fuerza de la naturaleza: por su talento de excepción, por su generosa cordialidad, por su amistad sin límites. Un día venía de Nápoles y el avión traía la fatal noticia. Recordé unas casidas andaluzas que puso en endecasílabos. Leo el Epistolario para sí mismo de Ben al Zaqqaq que estaba intuyendo al arabista. "De vuestro lado me robó la muerte, / inexorable ley de los humanos. / En ella os precedí; pero a la postre / no tardaremos en hallarnos juntos".

Seguimos estando en Granada, pero los Poemas arábigo-andaluces, ¡qué maestría en el prólogo!, ¡qué exacto el español al que se traduce!, ¡qué belleza al verter las metáforas! Miles de españoles nos hemos ejercitado, aprendida la lectura, pasando nuestros ojos por estas páginas o por los poemas desgajados de estas páginas. La poesía que traduce García Gómez está operando sobre nuestra sensibilidad: es el milagro de ser poesía. En 1933 publicó su Abén Quzmán. Una voz en la calle. La voz suena por los rincones y la cantan esos mozos juerguistas y desenfadados que acompañan al poeta: "Cuando muera éstas son las instrucciones para el entierro: / dormiré con una viña entre los párpados: / que me envuelva entre sus hojas como mortaja / y me pongan en la cabeza un turbante de pámpanos".

Son voces que van arrastrándose y pasan de unas tierras a otras, de unas culturas a otras. Sus deseos y su retrato bien valen para la ocasión: "Largos haz, Señor, mis días / hasta que de vivir me harte, y haz que deje entre mis hijos / un borracho y un putero, para que de él y de mí diga / quien lo vea y quien me vea: 'A su padre salió el chico / de tal palo tal astilla".

Aben Quzman no mereció juicios morales que le favorecieran, porque era una voz de la calle. No fue en esto el primero ni el último. Es una voz que canta en los blancos callejones de Córdoba, desenfadada y alegre, que puede ser entendida por los occidentales y que manifiesta cómo en la Córdoba del siglo XI y en el siglo XII se desarrolla un sistema poético mixto (árabe-romance): era el arraigo de una poesía popular capaz de llevar a cabo una gran revolución. Que fue pasar de la poesía cualitativa árabe a la cuantitativa romance. Habían nacido las moaxajas y tras ellas el zéjel. Expresiones de un pueblo entreverado de unos y de otros, y que daría al Al-Ándalus la lozanía de una norma desenfadada y honda.

Los eruditos han discutido para entender estos versos sutiles, que pasaron a nuestra cultura y el recuerdo de Ben Quzman durará en los cancioneros antiguos y en las canciones de nuestro mundo. El recuerdo llegaría a los viejos cancioneros castellanos, como aquel poemilla, tan bello que leíamos en nuestras escuelas: "Tres morillas me enamoran / en Jaén / Axa, Fátima y Marién. / Tres morillas tan garridas / iban a coger olivas / y fallábanlas cogidas / en Jaén: / Axa, Fátima y Marién".

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