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El Barça, al pie de su Everest

El equipo azulgrana busca de nuevo su primer y más deseado título en la que será su séptima final a cuatro

Robert Álvarez

El Barça vuelve a estar a pie de obra, ante su Everest, ante el reto que se ha agrandado a base de tropezar y tropezar desde que lo abordó seriamente por primera vez en 1984. A partir de mañana, en Salónica, ante el Maccabi de Tel Aviv y mientras el Panathinaikos y el Efes de Estambul dirimen la otra semifinal, echa otra vez el resto por conseguir el título que más desea y que, precisamente, más veces se le ha escapado. Son ya cinco finales las que lleva perdidas y ésta será su séptima presencia en una final a cuatro. Dos auténticos récords, para lo bueno y para lo malo.No hay otro club que haya resistido semejante permanencia en la élite europea, de la misma manera que no hay ningún otro que se haya quedado tantas veces con la miel en los labios. El Barça persigue el único título que le falta, tanto en el baloncesto como en cuanto club polideportivo: ganó la Copa de Europa de fútbol en 1992, la primera de las cinco de balonmano en 1991 y la primera de hockey patines en 1973.

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El meollo del asunto es que, unas veces sorprendido por la extraordinaria calidad de su rival -aquel Jugoplastika es el mejor equipo de los últimos tiempos-, otras por la heroicidad de algún jugador rival -los 27 puntos de Wright en Ginebra, en 1984 o los 26 de Rivers en Roma, en 1997-, otra por un decisivo error arbitral -el tapón ilegal de Vrankovic a Montero en París, en 1996-, el Barça no ha sido capaz de estar a la altura de su propia categoría ni de apuntillar en esta competición como lo ha hecho en todas las demás. Hoy por hoy, no hay club más consciente de lo cerca y lo lejos que se puede estar del objetivo en vísperas de una final a cuatro, ni de lo inculpado o exculpado que puede salir de ella. No hay término medio para el Barça en esta situación. Es la gloria o el fracaso.

Las funestas resacas por las finales perdidas han alcanzado de pleno al entrenador. Aíto García Reneses, técnico del Barça desde 1985 con un par de intervalos de pausa técnico, ha aumentado su impopularidad entre buena parte de la afición y ha empañado su historial -por lo demás superlativo- a causa de las derrotas en la máxima competición continental. El debate es permanente en torno a su figura, pero la filosofía del club, es decir, el criterio de su presidente, Josep Lluís Núñez, no pudo ser expuesto de manera más explícita que cuando el entrenador, después de un año de paréntesis, volvió a tomar las riendas del equipo. "Firmaría perder seis finales de la Euroliga en los próximos 10 años como ha sucedido en los últimos 10", dijo Núñez el 11 de junio de 1998. Cierto es que el propio Aíto apostilló: "Yo no firmo eso, pero sí estoy de acuerdo en que es un éxito y tiene mucho valor haberlo conseguido. Aspiro a lo máximo, pero para mí la Euroliga no es una obsesión". Para la afición y para muchos jugadores sí es una obsesión, a la que han contribuido los anteriores fracasos, triunfar en el reto que mañana en Salónica, por séptima vez, emprende el Barça.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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