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Justicia para el holocausto

Isabel Ferrer

Dos horas tardó ayer el juez británico Charles Gray en leer en el Tribunal Supremo las 300 páginas que componían una sentencia histórica para la comunidad judía mundial. Con vocablos tan directos como "falsificador", "mentiroso", "racista" y "antisemita", su señoría descalificó a David Irving, historiador especializado en la Alemania nazi que ha negado la existencia de las cámaras de gas, los transportes mortales de judíos europeos y, en especial, la responsabilidad de Hitler en el exterminio mismo de seis millones de personas.Irving se había querellado por difamación contra la catedrática estadounidense Deborah Lipstadt y la conocida editorial Penguin. La académica le acusó directamente en su libro La negación del holocausto, publicado en 1995, de "distorsionar el episodio más trágico de la II Guerra Mundial". Los editores hicieron causa común con su autora y ambos han visto ahora reconocido su gesto al ganar un caso de libelo que ha destruido la reputación de un polémico erudito acusado de cantarle nanas racistas a su hija de dos años. "Soy un bebé ario; ni judío ni sectario. No pienso casarme con un mono ni tampoco con un rasta", reza el arrullo reproducido durante la vista.

Famoso por sus biografías del mariscal Rommel y de Rudolph Hess, lugarteniente de Hitler, pero sobre todo por una obra que presenta la II Guerra Mundial desde el punto de vista del Fürher titulada La guerra de Hitler, las teorías de David Irving le habían convertido en un autor controvertido, pero también de prestigio por su rigor. Después de 30 años de escritura, le han perdido sus palabras y su arrogancia, dejándole con una deuda cercana a los dos millones de libras (540 millones de pesetas).

Convencido de la valía de su obra, Irving ha llegado a cuestionar la existencia de las cámaras de gas en el campo de concentración de Auschwitz. "Murió más gente en el asiento trasero del auto que conducía Ted Kennedy que en las dichosas cámaras", ha dicho el historiador. Según él, los recintos donde se gaseó a los prisioneros judíos servían para desinfectarles. "No había orificios por donde introducir el gas ciclón que se supone que los envenenó", mantiene. Los recuerdos de los supervivientes de la tragedia son para él "mentiras propias de desequilibrados". En cuanto a los trenes que llevaron a una muerte segura a miles de personas, "iban bien equipados con comida y herramientas para el trabajo". Si los deportados fueron luego tiroteados junto a las vías fue porque "la situación desbordó al mando nazi".

Cuando ayer el juez Gray le recordó argumentos como éstos, Naomi Blake, que salió con vida de Auschwitz, le hizo a Irving una solemne pregunta a través de la BBC. "¿Dónde están todos los miembros de mi familia que no regresaron?". El historiador, que fue insultado y recibió el impacto de un huevo en su espalda al entrar ayer en la sala de vistas, ofreció una agria respuesta a sus críticos. "La decisión judicial es perversa. Se me ha acusado de neonazi con ánimo de destruirme y de negarme el pan. Yo no niego el holocausto, sino el asesinato masivo de judíos", dijo.

Para Deborah Lipstadt, la victoria judicial ha puesto fin a cinco años de desvelos. En su opinión, escritores como Irving demuestran que la batalla contra el antisemitismo debe librarse día a día. "Él es un manipulador de la realidad y de la historia que no podía salir ganando", señaló poco después de que el juez despachara el caso todavía con otra crítica al querellante. "Irving ha traspasado la línea que divide la crítica legítima del prejuicio contra otros, en este caso, los judíos". "Su apología del genocidio sólo puede tener razones personales", señaló Charles Gray.

Una de las cosas que han contribuido a la derrota del historiador británico es la existencia de un vídeo filmado en Alemania y donde aparece arengando a un nutrido grupo de militantes neonazis. Subido a una tarima y micrófono en mano, el autor enardece a los jóvenes, que portan banderas con símbolos nazis. Emitidas en la televisión nacional, las imágenes han contribuido a destruir la misma reputación profesional que el propio Irving pretendía preservar al querellarse contra Lipstadt. "Este caso demuestra lo importante que resulta mantener viva la memoria de lo ocurrido para que los jóvenes sepan que la tragedia fue un símbolo de los peligros de las dictaduras racistas", afirmó ayer el Fondo Educativo británico sobre el holocausto.

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