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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Clonación curativa

El debate sobre la posible clonación de seres humanos parecía cerrado con la estricta prohibición contemplada en leyes o convenios internacionales. Una prohibición referida a la clonación con fines reproductivos, es decir, para crear seres humanos idénticos a su progenitor. Pero el debate se ha reabierto por efecto de los últimos avances de la investigación biomédica. En noviembre de 1998, un equipo de investigadores norteamericanos demostró que las llamadas células madre podían conservarse casi indefinidamente en cultivos in vitro y convertirse, mediante una estimulación específica, en cualquier tejido humano: piel, hueso, músculo, cartílago, neuronas u órganos. El hallazgo sugirió la utilización de estas células para reponer tejidos severamente dañados en muy diversos casos: quemaduras, infartos, leucemias, la enfermedad de Parkinson y muchas otras dolencias.Las células madre se encuentran en embriones de pocos días, apenas un diminuto manojo de células indeferenciadas, que no son viables a menos que sean implantadas en un útero, de forma que su obtención requiere la manipulación de un embrión en la fase más temprana de su desarrollo. Para que el tejido implantado no sea rechazado es preciso que proceda del mismo paciente, lo que podría conseguirse creando un embrión clónico a partir de alguna de sus células, y dejando que se desarrolle durante unos días. Un embrión se desarrolla por sí mismo de forma natural y sólo se implanta en el útero al cabo de unos catorce días. Así se obtendrían las células madre que, una vez diferenciadas, podrían reparar los daños, hasta ahora irreversibles, en cualquier tejido humano.

La clonación reaparece en este contexto como una técnica esencial dentro de un programa con fines curativos, no reproductivos, lo que ha llevado a muchos expertos a reabrir el debate. Los primeros en hacerlo han sido los miembros del Comité Científico asesor del Gobierno británico en materia de reproducción, que han avanzado, en estos días, la idea de que la prohibición de la clonación humana con fines reproductivos no tiene por qué extenderse a la que se realiza con fines terapéuticos, que en ningún caso culmina en un nuevo ser humano. En nuestro país, la Comisión Nacional de Reproducción Asistida parece también dispuesta a reconsiderar el problema a la luz de las nuevas posibilidades médicas.

Por el momento, estamos en una fase experimental, muy lejos de la aplicación de estas técnicas a la curación de seres humanos enfermos. En particular, no están todavía claros los procedimientos para orientar la conversión de las células madre en un tejido específico. La necesidad de estos trabajos previos pone sobre la mesa otro problema delicado, el de la experimentación con embriones humanos de unos días, que en EE UU no está prohibida, si bien el Congreso decidió que no podía hacerse con fondos públicos. Así, el descubrimiento de las potencialidades de las células madre fue hecho por profesores de una universidad pública, pero en una sección del laboratorio totalmente financiada con recursos privados.

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Una de las alternativas consideradas sería la de utilizar los embriones que han ido quedando de los tratamientos de reproducción asistida (unos 30.000 en España) y que no serían nunca viables a menos que fueran implantados en un útero materno. La Comisión Nacional sobre Reproducción Asistida eludió hace un año pronunciarse con claridad sobre el destino de dichos embriones, pero podría ahora recomendar su uso para tareas de investigación relacionadas con las nuevas terapias.

Experimentación con embriones humanos y clonación son términos que producen, de primera intención, rechazo porque evocan posibilidades perversas. Pero el trabajo de los científicos está demostrando que también pueden ser instrumentos muy potentes en casos de enfermedades incurables. Es preciso, por tanto, tomar en consideración estos nuevos descubrimientos, respetando la dignidad y los derechos de los seres humanos y atendiendo más al análisis de los beneficios y los perjuicios derivados de las nuevas propuestas terapéuticas que al eco aparentemente maligno de algunas palabras.

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