La vulgaridad invade Vallecas

Empataron a cero Rayo y Numancia, como no podía ser menos en un partido que resultó un atentado al buen gusto. El empate final dejó satisfechos a ambos, a dos equipos huérfanos de cualquier argumento que no fuera de corte sentimental. No se escapó del cero el marcador y el fútbol se puso de luto por los deméritos de dos conjuntos que le hicieron un canto a la vulgaridad. Todo vale para justificar tamaño disparate. La ansiedad que no se va del horizonte, la lluvia que cayó ayer sobre Madrid, el estado del césped o la llegada de la primavera. Todo vale.Un punto se llevó cada uno y eso es lo que importa. Hace tiempo que el buen fútbol presentó su dimisión en Vallecas, donde ahora gobierna con mayoría absoluta el patadón más descarado. Se dirá que el Rayo, y por lo visto ayer el Numancia, son inocentes, que no les quedó más remedio, que la clasificación aprieta aunque no ahogue, y que a ver quién es el valiente que critica la ejemplar trayectoria de los dos contendientes, recién ascendidos a Primera.

Vayamos con la pesadilla, esto es, con el partido. Quizá todo hubiera cambiado si en la primera jugada de peligro el centro de Ojeda tras un córner, a los tres minutos, no lo saca Lopetegui de mala manera. Y quizá hubiera cambiado, en sentido contrario, si Bolo, a la media hora, no lanza el balón fuera cuando se encontraba solo ante Núñez. En fin, que quizá todo hubiera cambiado de haberse impuesto el sentido común.

Un solo jugador del Numancia, Castaño, le echó más criterio a la tarea que el Rayo al completo, que le debe el empate, en buena medida, al magnífico papel de su defensa Amaya. Respecto a los argumentos del Rayo, poco hay que decir. Se supone que un buen jugador tiene sitio en cualquier sistema. En el Rayo, no. Juande Ramos ha decidido que en el equipo caben todos (Canabal, Bolo, Helder...) menos Luis Cembranos, que se ha quedado para los minutos de la basura.

Sobrevivir

Razones, sin duda, habrá para ello. Lo cierto es que en la media hora que estuvo sobre el césped le dio tiempo a dar el pase del partido, merced al cual Canabal se quedó solo delante del portero (minuto 79). El zapatazo del delantero vallecano se fue al larguero, en la última oportunidad de un Rayo que ha decidido, sencillamente, sobrevivir. Y que lo hace agarrándose al patadón, asunto en el que se maneja de maravilla, pero que no deja de ser un equipo al que cuesta comparar con aquél que hace unos meses ponía Vallecas patas arriba.

Ayer, el Rayo se empotró contra el Numancia, otro superviviente, otro equipo nacido para arañar puntos aquí y allá, y el 0-0 final no fue sino fiel reflejo de lo que ocurrió sobre el césped: nada de nada.