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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Todos somos Carlos Herrera

La suerte evitó ayer que el amosal remitido por los terroristas mutilase al periodista Carlos Herrera, director del programa Buenos días, de Radio Nacional. Hoy, todos somos Carlos Herrera. Con él están todos los ciudadanos decentes, y en particular los periodistas que no se someten a los intentos de amedrentamiento de ETA. Porque de eso se trata. De intimidar, de condicionar a quienes no se pliegan. A falta de argumentos, cartas bomba. El miedo es el mensaje.Quienes, horas después de celebradas las elecciones del 12-M, advertían con un "se van a enterar", ¿se referían a esto? Quienes encuentran gracioso denominar "acorazada mediática" y también "la Brunete mediática" a la prensa crítica con el nacionalismo, ¿tienen algo que decir, o se lavarán las manos? La semana pasada, los de la kale borroka hicieron estallar un artefacto explosivo en el domicilio de los padres de un periodista de El Correo. Días antes, en vísperas de las elecciones, desde los aledaños de HB se había lanzado, con nulo efecto, la consigna de boicot a la prensa no nacionalista. Hace tres años fue la dirección del PNV en Vizcaya quien mantuvo durante meses una campaña de boicot contra El Correo. Y algunos años atrás, el portavoz de ese partido en el Congreso amenazó con concentrar 5.000 afiliados ante la sede del mismo periódico. Son numerosos los casos de periodistas que han visto su nombre en el centro de una diana. O su domicilio rodeado por grupos de personas que gritaban consignas amenazantes.

El terrorismo se fundamenta en el principio de "atacar a uno para atemorizar a mil". Pero en Euskadi hay un mecanismo perverso previo, de legitimación insidiosa de esos intentos de amedrentamiento. La paranoia de culpar a la prensa de los resultados electorales, o la acusación a periodistas concretos de estar boicoteando el proceso de paz, no es algo inocente o inadvertido: nadie puede ignorar a estas alturas el efecto de esas palabras en sujetos cuya principal ocupación consiste en buscar pretextos para incendiar, asaltar, enviar cartas bomba. Unos mueven las ramas y otros envían cartas.

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