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BALONCESTO - PARTIDO DE IDA DE LA FINAL DE LA COPA KORAC

Hecatombe del Unicaja ante el Limoges

Del sueño a la hecatombe. La aspiración del primer título se ha hecho casi imposible para Unicaja a las primeras de cambio. A la final de la Korac aún le queda el partido de vuelta en Ciudad Jardín, pero la realidad es demasiado cruda y lo es, además, por los propios deméritos del equipo de Bozidar Maljkovic, que se marcó en Limoges un partido desastroso y se complicó en exceso, por no decir de forma irremediable, el poder solventar el roto con el que su equipo regresa de Limoges.Recordarán estos días los jugadores y la afición de Unicaja que ya el año pasado el Barcelona protagonizó una sorprendente remontada frente a Estudiantes en esta misma final, pero eran seis puntos menos, esto es, un resultado que comparado con el cosechado por los malagueños resulta incluso aseado.

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La derrota de Unicaja no admite paliativos. Su primer tiempo fue nefasto. Sólo aguantó 10 minutos, curiosamente cuando se jugó a un ritmo trepidante, el que teóricamente no convenía al equipo malagueño. No fue en nada así, y mientras el ritmo de juego fue alto Unicaja, que en ningún momento consiguió imponer su defensa, supo contrarrestar las embestidas del Limoges con ataques cortos.

En estos primeros instantes fue fundamental la aportación de Orenga, que alejó al gigantón Weis que le marcaba del tablero y anotó 10 de los 12 primeros puntos de su equipo siempre en lanzamientos a media distancia.

El partido se movió en distancias muy cortas, no más de dos canastas, hasta que Malkovic movió banquillo -sólo mantuvo a Mrsic- y Marcus Brown decidió entrar en escena. Jesús Lázaro no pudo aportar la frescura que faltó a Jaumin y cada ataque se convirtió en un padecimiento. Hasta 10 balones perdió el conjunto de Maljkovic, que en los últimos cuatro minutos de esta fase encajó un parcial de 15-5. Al descanso, el Limoges ya empezaba a rozar la copa (43-29).

Unicaja no estaba dispuesto a firmar su rendición prematura. En parte no lo hizo. Tras unos primeros compases de similares características a la primera parte, y con el rival ya a 18 puntos de diferencia en cinco minutos (53-35), Maljkovic ordenó una defensa zonal que pareció tener efectos proverbiales. En apenas tres minutos, la diferencia se redujo a la mitad.

Unicaja apretó en defensa como no lo había hecho en todo el partido, forzó tiros mal seleccionados, cogió rebotes y corrió. Y de nuevo el ritmo alto le fue bien, pese a que Maljkovic insistiera desde el banco en pedir a sus jugadores que alargaran las posesiones al máximo.

Pero cuando Unicaja había vuelto a entrar en el partido, y cuanto más en la eliminatoria, volvió a aparecer el verdugo Marcus Brow. El escolta norteamericano, que ya firmó 17 puntos en los primeros 20 minutos, destrozó la zona de Unicaja a base de triples -tres casi consecutivos- y la brecha volvió a abrirse en el marcador. Lo peor es que Methelie y Dumas se contagiaron del atrevimiento y el acierto de Brown, que acabó con 31 puntos.

De nuevo los últimos cinco minutos fueron igual de nefastos que los de la primera parte, con un parcial de 14-4 y con un Unicaja desquiciado en la cancha estrellando todos sus ataques en el cuerpo de un contrario -quizá los árbitros fueron demasiados permisivos en la zona del Limoges, pero no cabe ninguna excusa a lo ocurrido-.

Con esta abultada derrota, Unicaja afronta la casi imposible misión de remontar 22 puntos en su cancha de Ciudad Jardín. Objetivo que, por lo visto ayer en Limoges, se antoja como una quimera para el equipo de Maljkovic, técnico que diera al conjunto francés un título que, a tenor del encuentro disputado ayer, Unicaja tendrá que seguir aguardando, al menos, una temporada más.

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