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LA CRISIS DE LA IZQUIERDA

La semana negra del PSOE

El cava sigue sin descorchar y los canapés acabaron en la basura. Nadie de los que estuvieron en la calle de Ferraz en la madrugada electoral del domingo pegó ojo durante esa noche. Ni Daniel, el vigilante de la sede central del PSOE, ni Joaquín Almunia, dimitido candidato a la presidencia del Gobierno. Uno y otro, todos los empleados, y la ejecutiva entera, sabían que en pocas horas comenzaría la semana más amarga vivida por los socialistas desde la instauración de la democracia.Éste es un apunte sobre cómo transcurrieron los primeros días de la derrota en el 70 de Ferraz.

Lunes

¿Alguien entiende esta debacle?

"¿Qué ha pasado? ¿Alguien entiende esta debacle?". El desconcierto es palpable en la sede socialista. Nino y David, los camareros de la cafetería de la última planta, no tienen clientes. En los despachos y en los pasillos circulan las mismas preguntas sin respuesta. A Ciprià Ciscar, Rosa Conde, José Enrique Serrano, Juan Manuel Eguiagaray y Alfredo Pérez Rubalcaba, integrantes del comité electoral, les llegan las ojeras al suelo. Apenas son las nueve de la mañana. Hora y media después llega Joaquín Almunia, sonriente, con un aspecto magnífico. Todos piensan que si algo caracteriza al dimitido secretario general del PSOE es su asombroso control de las emociones. Se reúnen poco antes de la hora de comer. Piden emparedados y bocadillos. A las 4.30, los 32 miembros de la Comisión Ejecutiva Federal comienzan la reunión. Nada de reproches. Todo el mundo arropa al ex candidato.

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Fuera, los empleados empiezan a asumir el bofetón electoral. Ya cogen los periódicos; incluso hay quien entra en el ordenador para escrutar los votos que ayudan a comprender el porqué de las cosas.

Sobre las ocho de la tarde, poco después de la rueda de prensa de Joaquín Almunia, Ferraz está insólitamente vacío. Consuelo, abogada, y Mary, empleada de la limpieza, coinciden en el ascensor. Tienen los ojos escocidos. Entre las dos llevan consumidas varias cajas de kleenex desde las 8.30 del domingo.

Martes

Almuerzo en Don Giovanni: prohibido hablar de política

"El segundo día de la resaca siempre es el peor", comenta Alfredo Pérez Rubalcaba. Después del sobresalto, el bajón. No lo esconde: "La tristeza es infinita". Las llamadas de afecto que le han ayudado a resistir el lunes comienzan a espaciarse. "La victoria tiene mil padres; la derrota, ninguno", comenta. Algunas llamadas proceden del PP y suenan sinceras. Los e-mails de algunos catedráticos de Química Orgánica, compañeros de universidad, le llegan al corazón.

Joaquín Almunia desmonta la minicadena de su despacho, guarda los CD de ópera y música clásica y recoge las fotos de su familia. Recoge para dejar sitio.

Poco después está tomando unas cañas en la terracita del restaurante Don Giovanni, cerca del Teatro Real, con Milagros Candela, su mujer, y sus colaboradores de carretera durante la campaña. Comentan lo agradable que resulta Madrid cuando brilla el sol y no hace calor. José Enrique Serrano cuenta que está agobiadísimo con la reforma de su piso. Lo narra con tanto sentimiento, que acaban por dudar si es peor desgracia meter albañiles en casa o perder unas elecciones. El médico aprovecha para recomendar un menú austero que equilibre el exceso del colesterol de tanto embutido consumido en campaña. No se habla de política. El almuerzo termina entre chistes y whisky.

Ha sido un respiro. En Ferraz aguarda la realidad pura y dura. Las direcciones de Murcia y Burgos dimiten; Barcelona y Girona anuncian que no se presentarán a la reelección. José Borrell, secretario de Estado de Hacienda y ministro de Obras Públicas con Felipe González, y Juan Alberto Belloch, titular de Justicia e Interior, arremeten contra el felipismo.

Miércoles

¿Están llamando los militantes?

Al ex secretario general le siguen llegando muestras de solidaridad, pero alguien comenta que los teléfonos de los otros despachos empiezan a quedarse mudos. "¿Llaman los militantes?", pregunta. Sí, continúan haciéndolo, pero no mucho. Tampoco hay respuestas. La palabra "ánimo" sigue siendo la más repetida por los que llaman y quienes responden. Ciprià Ciscar le dice a una señora que solloza que las personas como ella les mantienen con fuerza. "Nuestra gratitud hacia vosotros es inmensa", añade.

Almunia come en La Taberna del Alabardero con compañeros de la permanente. Empieza el almuerzo con una charla un tanto forzada sobre Internet y la tarifa plana, pero enseguida entran en materia. La debacle, la gestora, los barones, los enredos, las pequeñas miserias de éste o las ambiciones de aquél, la edad que tendrán todos cuando el PP abandone el poder...

Dimite el secretario de Aragón y la dirección de Ourense. José Bono remodela su Gobierno en Castilla-La Mancha. En Ferraz, nadie duda de que se trata de un primer paso hacia la secretaría general.

Jueves

Los teléfonos de Gobelas echan humo

Si en la sede central del partido los teléfonos apenas suenan, los de la calle de Gobelas, el cuartel general del departamento de análisis electorales y donde Felipe González tiene su despacho como presidente de la Fundación Progreso Global, siguen echando humo. Los militantes que cuelgan el teléfono de Ferraz tan desconcertados como antes recurren al padre en busca de consuelo. ¿Qué es lo que hemos hecho tan mal? González no se extiende en detalles, está harto y cansado. Les infunde ánimos y recuerda que casi ocho millones de españoles confían en el PSOE.

Almunia comienza sus vacaciones en Menorca, en la casa que le ha prestado el ex ministro José María Maravall. Las interrumpirá hoy, con vistas a la importante reunión del comité federal del miércoles, y después volverá a perderse, esta vez por las playas de Hammamet (Túnez).

Viernes

Ciscar recoge sus cuadros y apaga la luz

Por la mañana, Ferraz está semivacío. Por la tarde, vacío del todo. Sólo queda Ciprià Ciscar, que se apura en terminar el informe de la situación del partido, provincia a provincia, que entregará a su desconocido sucesor.

Él también ha empezado a recoger. Guarda los cuadros que Manuel Valdés y Eduardo Arroyo le han regalado. También la pequeña escultura de Alfaro. Deja muchos libros de pintura en la abarrotada estantería, de la que entresaca La Regenta, de Clarín, y Buzón de tiempo, de Mario Benedetti. Se los lleva consigo al avión de las 22.00 horas Madrid-Valencia. Son las fallas. Esta noche, todo arde. Mañana será otro día.

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