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Salió takete

JULIO SEOANE

Escribimos aquí mismo hace ya un mes, que el asunto estaba en elegir cuál de los dos garabatos de Köhler correspondían, respectivamente, a maluma y a takete. Pues bien, ya lo sabemos, salió takete, al menos así les parece a muchos. Ahora llega el forense, muchos forenses, todos los forenses del mundo, con las tardías explicaciones científicas.

Habrá que recordar, como entonces, que el cálculo racional no es lo más importante en política, que hay otros factores que contribuyen de forma importante en nuestras decisiones, que las campañas tienen efectos no deseados y fuera de todo cálculo. Ahora ya se puede expresar, sin argumentos, la sensación de que no era comparable la página web de Aznar con el tablón de anuncios de Almunia.

Hemos presenciado, como era de esperar, una sesión de voto terapéutico. Sin ideología, alejado del partido y sin candidatos interesantes, la función del voto se limita a expresar la propia personalidad. Y sabiéndolo, nadie se preocupó de cambiar las preguntas de las encuestas y otros ni se ocuparon de modificar la propaganda electoral. El dulce sueño de los expertos, felices todos en su vieja y querida sociedad industrial.

Algunos, más por generación que por sabiduría, renunciaron a la palabrería futurista y se dedicaron a repartir demos, aunque fueran demos casi virtuales, pero producían la sensación de realidad inminente. ¿Recuerdan? La técnica consiste en distribuir realidades diminutas que configuran una gran promesa.

Sigo pensando que los buscadores de sensaciones son un peligro en términos generales, pero mucho más en política porque nada es suficiente para calmar su sensación de aislamiento y la necesidad de estímulos más fuertes y poderosos. Ahora ya no es hipótesis, es certidumbre. Se acabó eso de siento, luego existo. Ni sienten, ni existen. Es la hora de una digna retirada y de una nueva oportunidad para la siguiente generación de socialistas. El procedimiento es más simple de lo que parece: unos entran y otros se van fuera. Eso sí, los más listos de los que entran acuden discretamente a los que se fueron para compartir información y conocimiento, pero nunca sensibilidad.

El problema de los que consiguieron el triunfo no es sólo administrar correctamente el éxito. Estoy casi convencido que no perderán ni un minuto en pensar que actualmente nos gusta más proyectar y elegir que la propia decisión que hemos tomado o la realización misma del proyecto. Tampoco reconocerán que desconfiamos siempre de lo que hemos elegido, aunque disfrutamos mucho eligiendo. Y eso produce reacciones en muy poco tiempo, en menos tiempo del que podrían esperar normalmente.

Y por último, las barreras. Unas barreras que provocaron una abstención siempre respetable, pero mayor que otras veces en cantidad y en impacto. La liturgia del voto necesita un cambio inmediato, tenemos que facilitar la participación mediante procedimientos adecuados a los tiempos actuales. Y hay que hacerlo sin miedo. Los defensores de ese cambio tendrán, como siempre, la ventaja inicial sobre los conservadores.

Claro que siempre es posible la última alternativa, como en esas horrendas pruebas objetivas de mi querida Universidad, que nada de lo anterior sea verdadero, que no ocurrirá nada parecido. Y entonces ¿qué?

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