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Tribuna
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Errores

El pasado domingo, coincidiendo con las elecciones, el Papa Wojtyla pedía perdón y reconocía la responsabilidad de su Iglesia por los grandes errores históricos. Cismas, cruzadas, discriminación de la mujer y marginación de pobres y desposeídos fueron objeto de mea culpa eclesiástico. No olvidó a los pequeños, víctimas de abusos sexuales y por ellos ha pedido con sinceridad pontificia.Mal debe de estar la Iglesia y bien empieza a estar este Papa, aunque le coja un poco mayor, si a pesar de estar en posesión de decidir sin temor a errar, es capaz de reconocer los errores que desde hace siglos viene arrastrando una Iglesia que se construyó sobre la piedra que era Pedro. Un hombre -Pedro- y un santo -Pedro- que no se va a desprestigiar por el hecho de que los de siempre pretendan que comparta santidad con algunos beatos, cuando lo único que construyeron fue el santuario de la muerte de quienes realizaron la cruzada con Franco. Mejor sería que beatificaran a Gaudí que, a diferencia del beato caudillo, logró que la belleza de su arquitectura y de su Sagrada Familia, amén de su bondad personal, convirtieran a un japonés al catolicismo de Pedro y no de los beatos de tres al muerto.

Pero no, no es Wojtyla quien es objeto de esta pequeña divagación. No, lo que realmente es objeto de esta divagación es que, por segunda vez en España en este medio siglo, un gobierno de derechas elegido democráticamente, que debe gobernar para todo el Estado, nada más alcanzar el poder anuncia que va a cambiar, a menos, la Ley de Extranjería.

Tal vez sería mejor -sería hasta hermoso- que un gobierno de derechas, en lugar de despreocuparse como si no existieran de los inmigrantes que sobreviven al Estrecho, intentara que alcanzaran la dignidad que guió su viaje. Sería un error que, cuando todos seamos calvos, esta derecha democrática recuerde la dignidad de los inmigrantes y, al igual que Wojtyla, les pida perdón después de que se hubieran tostado en los campos de El Ejido. Ahora es tiempo de gobernar, y también de recapacitar si una ley que todos los partidos, incluido un sector amplio del PP, decidieron incorporar a la sociedad, debe cambiarse como si en ello les fuera la vida, cuando lo que va en ello es la vida de los desposeídos.

EUGENIO SUÁREZ PALOMARES

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