España vuelve a las clásicas
Óscar Freire parte mañana como favorito en la Milán-San Remo
Ahora sí, ahora sí se puede decir bien claro. Si Óscar Freire gana mañana la Milán-San Remo, y el cántabro campeón del mundo es el gran favorito, se convertirá en el ciclista español más atractivo desde la retirada de Miguel Induráin. También, en uno de los más grandes de la historia del ciclismo español. Y eso que sólo tiene 24 años y hace apenas unos meses era un firme candidato al paro y al fracaso. Pero sólo él, ese ciclista de Torrelavega, bajito (1,71 metros), fuerte y veloz, ha sido capaz del milagro: Miguel Poblet ha resucitado.Cuando todos los aficionados creían que el ciclista catalán era una reliquia que los abuelos sacaban del armario cuando se ponían a hablar del ciclismo de antaño, hete aquí que llega Freire, dice que puede ganar la Milán-San Remo, demuestra en unos meses de febrero y marzo mágicos que puede ganar la primera clásica de la Copa del Mundo, y ya están todos dispuestos a olvidar la grandeza y la riqueza del ciclismo de etapas, del monotema de la historia española de los últimos 40 años, para volcarse en las clásicas, en los monumentos, en esta Copa del Mundo que mañana empieza con la prueba italiana. Y, claro, hurgan y recuerdan que sólo Miguel Poblet, un velocista catalán, de Montcada i Reixac, robusto y veloz, también emigrado a un equipo italiano, fue capaz de ganar alguna vez alguna de las clásicas (carreras de un día que repiten año tras año, desde comienzos de siglo, el mismo recorrido: Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja, Giro de Lombardía) que para muchos países (Bélgica, Italia, Francia) forman la verdadera memoria ciclista. Poblet ganó la Milán-San Remo. Lo hizo dos veces, en 1957 y 1959. Y lo hizo de tal manera que, harto de que los velocistas quitaran la emoción a la carrera, el organizador, Vincenzo Torriani, dispuso una tachuela, el Poggio, para que desde 1960 sólo los más fuertes llegaran delante.
Y ahora, 41 años después, un español vuelve a ser favorito de la Primavera, la classicissima, o cualquier otra hipérbole que los italianos puedan inventar para amar con palabras a su carrera más querida, a los 294 kilómetros que llevan de la árida Milán industrial a la exuberante Riviera, una explosión de color y de olor a mimosas en la estrenada primavera. Ni Bahamontes, ni Ocaña, ni Delgado, ni Induráin fueron hombres de clásicas. Todos los campeones del panteón español pasaron de lado al lado de la historia. Ninguno se emocionó. Ninguno se vio con condiciones para triunfar en ese terreno de veloces sin miedo. Ni siquiera Olano, el primer arcoiris de la historia de España, se sintió atraído. Tuvo que llegar Freire, rápido, descarado, elegido para la gloria.
Y ahora sí. Ahora los aficionados españoles empezarán a descubrir un mundo, el mundo de los monumentos, las carreras de un día que transforman la vida de quienes las ganan. Carreras complicadas y llenas de leyenda e historia. La primera Milán-San Remo se corrió en 1907 y la ganó Lucien Petit Breton, el mismo pequeño y mostachudo que aquel mismo año ganó el Tour. Un campeón. Una carrera de campeones que, gracias a Óscar Freire, el ciclismo español puede ya soñar con hacer suya.
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