Un vino llamado Añoranza

La noche se abrió llena de malos presentimientos. No se habían cerrado todavía los colegios electorales y los camareros de Ferraz ya andaban preparando las mesas para la fiesta con un vino tinto, de Rioja, que se llama Añoranza. Y eso fue -además de la frustración, la tristeza, el vértigo de las ocho de la tarde y el llanto de las diez de la noche-lo que deambuló por toda la sede. El circuito cerrado de televisión fue entreteniendo la espera -muy tensa por lo demás- con imágenes de la campaña. De lo que pudo haber sido y no fue.Abrazos de Frutos y Almunia. Artistas jóvenes y viejos en el Palacio de Cristal, respaldando el regreso de la izquierda. Rosas rojas. La imagen de Felipe González, también la de Alfonso Guerra, en silla de ruedas, votando.
Y llorando. No es un decir. La gente se echó a llorar, desconsolada. Y también sola, por lo menos al principio, que luego fueron bajando de sus despachos los dirigentes. Ya no había, no se podía, componer el gesto. Tampoco recomponer. Allí, dejándose abrazar, abrazando también, Alfredo Pérez Rubalcaba, Juan Manuel Eguiagaray, Cirprià Ciscar, Micaela Navarro. Lágrimas. Pañuelos absolutamente blancos. Noche absolutamente triste. Qué mal sabe la derrota a quienes supieron tanto de la victoria.
Años de mayorías absolutas, de victorias rotundas y dulces derrotas. Noches, la de ayer, para ir tirando. Patatas fritas, cacahuetes, unas avellanitas saladas y unos canapés que se fueron vivos. Que ni hambre había. Al final abrieron las puertas, como en los campos de fútbol cuando hay media entrada, queda un cuarto de hora para el final y el equipo va perdiendo. ¡El público!. Que pase. A ver si anima y por lo menos empatamos.
Ayer no pudo ser. No, no fue una derrota dulce, aunque la dimisión de Almunia la vistiera de dignidad. Lo de anoche, lo subrayó Rosa Galindo, llegada desde Toledo para lo que creía iba a ser una fiesta, fue un fracaso a palo seco. "Un lexatil, niña, esta noche me tomo un lexatil y que le den por saco a Aznar y a Almunia".
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