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El Madrid gana sin esfuerzo Los blancos resuelven un partido desigual con tres goles en el primer tiempo

REAL MADRID 3-SEVILLA 1Real Madrid: Casillas; Salgado, Hierro, Iván Campo, Roberto Carlos; Geremi (Sanchis, m.67), Helguera (McManaman, m.10), Redondo, Guti; Raúl y Morientes (Aganzo, m.73).

Sevilla: Olsen; Héctor, Marchena, Hibic, Tabaré (Moya, m.80); Jesuli, Quevedo, Ángel, Tsartas (Juric, m.46); Olivera (Víctor, m.67); y Juan Carlos.

Goles: 1-0. M.15. Geremi remata desde la frontal y Olsen despeja; Raúl caza el rechace, tira con la derecha y también despeja Olsen, y el propio Raúl, con la izquierda, marca. 2-0. M.29. Guti toca para McManaman, que abre a la izquierda, Roberto Carlos centra de rosca y Guti, llegando desde atrás y en plancha, marca. 3-0. M.33. Roberto Carlos centra sobre el área nada más pasar el medio campo, la defensa no acierta a despejar, Raúl no llega al remate, pero sí Morientes, quien, en el segundo palo, fusila. 3-1. M.90. Juan Carlos regatea a Casillas y marca a placer.

Árbitro: Díaz Vega. Amarilla a Redondo, Hierro, Juan Carlos e Iván Campo.

45.000 espectadores en el Bernabéu.

Por si quedaba alguna duda, el Sevilla se declaró abiertamente en Segunda División. Lo hizo oficial en el Bernabéu y ante el Madrid, que pasó por encima del rival con una facilidad insultante, a medio pulmón, sin remangarse. Tal fue la desproporción entre un equipo y otro que en realidad no hubo partido. Alguna patada subida de temperatura, pero nada más. No existió duelo. El Sevilla alzó la bandera blanca desde el arranque y aguantó como pudo la tunda. Regalando la pelota al primer pase, renunciando incluso a un plan táctico que disimulara sus evidentes carencias y enseñando tremendos agujeros, tantos que más que un equipo parecía un queso. Sólo en la segunda parte, cuando el Madrid esperó con los brazos cruzados el bocinazo final, la cita dio otra sensación, con el Sevilla aparentemente crecido.

Probablemente habría dado lo mismo, pero un infortunio tempranero del Madrid -la lesión de Helguera en la rodilla- jugó en su favor. Pese a la ausencia de Anelka, Del Bosque diseñó un once contra Guti y por extensión contra el equipo. Es decir, condenándolo de nuevo al costado izquierdo aunque no se jugara con tres puntas y sí con doble pivote. Sin embargo, se lesionó Helguera, saltó al campo McManaman para pegarse a la izquierda -sólo como punto de partida para trazar sus diagonales- y Guti se ubicó en la media punta. Con el rombo, el Madrid ganó en naturalidad y frescura.

Fue así, y con la inestimable ayuda del Sevilla y su sonrojante debilidad, claro, como el Madrid se pegó un festín. Sin pisar al máximo. El primer gol, al cuarto de hora, llegó por lo que en baloncesto se diría dominio bajo el tablero: el Madrid cogió todos los rebotes, el Sevilla le dejó rematar tres veces una misma jugada. Tras el primer tanto la goleada era una evidencia. La sabían inminente tanto el Madrid como el Sevilla. Pusieron tanto empeño el Madrid en disfrutarla como el Sevilla en padecerla. Fue Roberto Carlos el que mejor se aprovechó del paisaje. Recibió licencia para entrar por el costado izquierdo y regaló un puñado de centros con valor gol. Sirvió el segundo -una combinación preciosa que nació y finalizó en Guti- desde el pico del área. Y también dio el pase del tercero, pero esta vez ya no quiso ni correr. Soltó el balón nada más cruzar el medio campo. Y el Sevilla sangró como si el envío hubiera partido de la línea de fondo.

Fue en cualquier caso por la izquierda, también por el centro, por donde el Madrid descosió al Sevilla. Por la derecha, en cambio, ni ante un rival así de blando fue capaz de arañar peligro. Del ataque del Sevilla, por entonces, no hubo noticias. Con Hierro flojo, haciendo concesiones, Iván Campo se bastó solo para cortar todas las incursiones.

Tras el 3-0, andando, con el balón viajando de un lado a otro a cámara lenta, el Madrid intentó guardar la cita en la nevera. Y tanto se congeló -incluso antes de que Del Bosque volviera al doble pivote, a esconder a Guti en la izquierda-, que el Sevilla, pese a su inequívoca condición de descendido, se vino arriba. Su crecida no pasó a mayores -Juan Carlos Álvarez, el técnico debutante, mandó a la ducha en el descanso a su zurda de oro, Tsartas- porque Casillas se encargó de dejar en nada, salvo el último, los remates que le llegaron.

No se sabe si por desidia o por compasión el caso es que el Madrid ya no levantó cabeza. Sólo dejó un detalle como cierre. Lo puso Raúl con una jugada sublime: pisó el balón en un rincón del área y, encerrado, se fue de Marchena con un túnel delicioso. Un broche de oro para un partido que nunca fue tal.

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