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27ª Jornada de Liga

El Madrid fracasa en el juego aéreo Excepcional partido de Raúl frente al Oviedo, que empató en uno de los habituales errores madridistas en los balones altos

Santiago Segurola

OVIEDO 1-REAL MADRID 1El Madrid pagó sus lacras en el juego aéreo, único recurso del Oviedo en un partido que tuvo un comienzo discreto y terminó a toda mecha, con una lluvia de oportunidades de Raúl, protagonista indiscutible de la tarde. Tres días después de su memorable actuación frente al Bayern, Raúl confirmó punto por punto que es, con diferencia, el mejor futbolista español. También dejó muy clara su condición de delantero, por mucho que se le impongan deberes en otros lugares. Frente al Oviedo, actuó de centrocampista durante 80 minutos, y lo hizo sin tacha. Pero donde marca la diferencia es en el área. Sus últimos diez minutos caben interpretarse como el manual del gran delantero. Marcó un gol que él mismo ayudó a crear en una jugada maravillosa, apareció en un delicado remate al palo, levantó una vaselina que sacó apuradamente Esteban y voleó en el último minuto un centro de Roberto Carlos. El gol fue anulado por fuera de juego, pero la acción evidenció el imparable instinto de Raúl en el área.Protagonista con letras capitales, Raúl no pudo conducir al Madrid a la victoria que mereció. Su incapacidad en el juego alto resultó sangrante. Cualquier cosa que sobrevuele el área enciende todas las alarmas, y bien que lo sabe Casillas, acertadísimo en varias estiradas felinas, producto de la parálisis defensiva del Madrid. A nadie extrañó que el empate del Oviedo se produjera en un saque de córner, cabeceado limpiamente por Danjou y concretado por Juanchi González, que se adelantó a todos los defensas madridistas. El resultado lesiona gravemente las expectativas del Madrid, que venía crecido en los últimos partidos.

Oviedo: Esteban; Danjou, Onopko, Boris; Losada, Paulo Bento, Ravarivony (Juan González, m

66); Rubén (Eskurza, m.57), Iván Iglesias (Iván Ania, m.81), Pompei; y Dely Valdés.Real Madrid: Casillas; Michel Salgado, Hierro, Iván Campo, Roberto Carlos; Geremi (McManaman, m.68), Redondo, Raúl, Iván Helguera; Morientes (Meca, m.72) y Anelka (Zárate, m.86). Goles: 0-1. Minuto 75. Extraordinaria combinación madridista, en la que intervienen Michel Salgado, Iván Helguera, Redondo, McManaman y Raúl. El balón llega, en la banda derecha, al jugador inglés, que centra hacia atrás y Raúl, sin parar la pelota, la pega de arriba a abajo con la izquierda. 1-1. Minuto 84. Córner sobre el área del Madrid que lanza Pompei, Danjou cabecea, los jugadores del Madrid no aciertan a despejar y Juan González, tras varios rebotes, marca con le derecha desde el borde del área pequeña. Árbitro: Turienzo. Amonestó a Luis Aragonés, técnico del Oviedo, Losada, Danjou, Iván Ania, Meca, Raúl y Michel Salgado. Lleno en el Carlos Tartiere, donde acudieron unos 16.000 espectadores.

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El Oviedo aceptó su puesto en la clasificación. Vivió pendiente de algún error defensivo del Madrid y de las expectativas que generaban los balones volcados sobre el área de Casillas. En otras cuestiones, el Oviedo pareció un equipo menor, afectado por la ansiedad que comienza a asomar en los equipos que se temen el descenso. En el aspecto táctico, Luis hizo el dibujo que prefiere: dos centrales, Onopko de libre y dos carrileros. En la delantera, Dely Valdés se midió con los centrales madridistas y Rubén recibió instrucciones para taponar cualquier intento de incursión de Roberto Carlos. No hubo más misterio en el juego del Oviedo, que enfrió el encuentro en la primera parte y lo pasó muy mal en la segunda. Es cierto que tuvo sus oportunidades y que Casillas volvió a demostrar su calidad en dos grandes intervenciones, pero el Madrid le superó con bastante facilidad. Todo a partir de dos jugadores: Redondo y Raúl. Porque Hierro impresionó en el primer tiempo, pero se desplomó inexplicablemente en el segundo. Sus errores fueron bien corregidos por Iván Campo, que no se permitió las licencias que acostumbra. Se empleó con firmeza y nunca cayó preso de las distracciones.

El Madrid llegó hasta donde llegaron Redondo y Raúl. Poderosos en el comienzo del encuentro, se asociaron con frecuencia y dominaron el centro del campo con pases cortos que se desvanecían frente al área del Oviedo. Allí se comprobaba la difícil cohabitación de Anelka y Morientes, que no suman. Por sus características, no parecen llamados a entenderse. Con la particularidad añadida de desplazar a Raúl de su puesto natural en la delantera al medio campo. Raúl es alguien en cualquier lugar, de ahí su notable actuación como centrocampista en Oviedo. Participó en el juego con entusiasmo, mejoró todas las jugadas, buscó con insistencia a Anelka. Hizo, por lo tanto, todo aquello que se espera de un buen volante de ataque, pero su sitio está en la delantera, donde su instinto se afila.

Redondo también se empleó de manera irreprochable. Entró en conflicto con Iván Iglesias en los primeros minutos y recibió la enemiga de la gente. No se dejó impresionar. Con energía y clase dirigió el juego del Madrid, especialmente en el segundo tiempo. Se le veía como un futbolista ganador, poderoso y concentrado. Nadie en el Oviedo pudo detenerlo. Sin embargo, Redondo y Raúl no encontraron demasiada ayuda por los costados. En el caso de Helguera porque estaba fuera de su elemento. Del Bosque le colocó en la izquierda, y allí penó. En la derecha, la actividad de Geremi no fue correspondida por la eficacia. Jugador de choque y posible favorito de la gente, a Geremi le viene grande el ocho del Madrid. Quizá se sienta más cómodo con el dos de lateral, el que ahora tiene Míchel Salgado, futbolista de las mismas características del camerunés.

El mejor Madrid, el que mereció la victoria sin discusión, fue el que tuvo a la gente en sus posiciones naturales. Salió Geremi, entró McManaman, Helguera se trasladó al eje junto a Redondo, y Raúl pasó a la delantera, donde dio un curso magistral. El Oviedo había contado con un par de oportunidades, pero Valdés falló un remate sencillo después de regatear con mucha clase a Casillas, que poco después rechazó espectacularmente un cabezazo de Danjou. El Madrid quedaba expuesto a sus viejos problemas en el juego aéreo. En los demás aspectos del juego, su superioridad no se discutía.

El gol del Madrid vino a sancionar la distancia entre los dos equipos. Fue un gol de primera. Comenzó en Redondo y, a partir de ahí, la pelota comenzó a circular con rapidez y buen toque, asociaciones cortas que terminaron en un centro de McManaman y en el remate perfecto de Raúl. Gol que se antojó decisivo y que no lo fue porque el Madrid no acaba de arreglar la lacra que le persigue: su incapacidad defensiva en el juego aéreo.

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