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Las claves valencianas del 12-M. El futuro pasa por aquí

Miquel Alberola

Todos se la juegan de algún modo, pero el rumbo del futuro de algunos dirigentes y algunas organizaciones quedará marcado para bien o para mal el día 12. Partido Popular

Para empezar, el Partido Popular parte de la necesidad de superar los 1.130.813 sufragios que obtuvo en enero de 1996, lo que representó el 44,1% de los resultados y la traducción de 15 diputados. Los populares valencianos tratan de consolidar su posición ascendente, y no sólo por mantener una tendencia que les es favorable desde hace algunos años, sino para contribuir a que la distancia entre José María Aznar y Joaquín Almunia, situada por los sondeos en 4,3 puntos, sea mayor. Y, por encima de todo, para que el PP se distancie lo suficiente para no tener que apoyarse de nuevo en Convergència i Unió ni ningún otro grupo y pueda gobernar en los próximos cuatro años con manos libres. Eduardo Zaplana cuenta ahora con una nueva oportunidad para cumplir de cara a sus superiores lo que incumplió en las generales de 1996.

En las expectativas del PP bailan tres diputados -uno de Unión Valenciana (UV), por la circunscripción de Valencia, y dos de Esquerra Unida del País Valencià (EU), uno por Valencia y otro por Alicante-, cuya consecución, además, podía proclamar a Eduardo Zaplana como uno de los mayores proveedores de votos (la media española en 1996 fue del 39,2%) al proyecto popular, lo que le situaría en una inmejorable posición para aspirar a la sucesión de Aznar o, en su caso, para convertirse en uno de los hombres fuertes del partido en los próximos años.

PSPV-PSOE

Por otra parte, el principal partido de la oposición, el PSPV-PSOE, comparece ante las urnas con un grave asunto interno abierto en canal en el congreso extraordinario del pasado septiembre. No sólo mantener los 990.993 votos obtenidos en 1996, sino mejorarlos, ayudaría a poner en duda la capacidad del PP para despegarse del PSOE pese a estar en el gobierno, lo que vigorizaría el liderazgo interno de Joaquín Almunia y parchearía esta crisis abierta en 1995 en la Comunidad Valenciana con la pérdida del Gobierno autonómico.

Para ello, al margen del posible efecto derivado del acuerdo de gobierno entre el PSOE e IU, que podría movilizar a antiguos votantes que buscaron consuelo en la abstención en 1996 ante la sucesión de corruptelas aireadas, los socialistas valencianos parten de la hipótesis de que la tendencia de EUPV, inscrita en la de Izquierda Unida, es la de perder la mitad de sus votos (286.582, en 1996, lo que le valió 3 diputados) y que hay cuatro generaciones de mayores de 18 años que acuden por primera vez a las urnas con un voto que, por regla general (aunque no inexorable), se emite contra el partido que está en el poder. El éxito de estas aspiraciones radica en el talento de atraerse a estos electores, que pueden no sólo añadir a los 13 diputados que logró en 1996 el que pueda perder EUPV por Alicante, sino también aspirar al otro que esta misma formación no tiene asegurado en Valencia. De lo contrario el PSPV-PSOE se expone a la reapertura del melón del congreso extraordinario, en cuyo costurón cerrado en falso los sectores en liza apenas han cejado en meter cuñas. El futuro del PSPV-PSOE y el del secretario de Organización, Ciprià Ciscar, en cualquier caso, pasan por el 12-M.

EUPV

Por la parte que le toca, la tercera fuerza política valenciana, EUPV, brega por invertir este destino nefasto que le endosan diversas encuestas (sólo el 55% de quienes votaron a IU en 1996 se muestran dispuestos a repetir la operación) y trata de mejorar unos resultados que, legislatura tras legislatura, ha ido incrementando hasta establecer su techo más alto en febrero de 1996, aunque en las pasadas autonómicas constató en las urnas esta tendencia negativa al conseguir menos de la mitad de estos votos. De materializarse el vaticinio, obtendría un solo diputado, lo que mermaría su operatividad en el mapa político valenciano y pondría a esta coalición en una situación complicada. Contra esta inclinación funesta, EUPV confía en su capacidad de movilización y en que el pacto alcanzado con los socialistas contenga el trasvase de votos que podía producirse hacia el PSPV-PSOE.

UV

A peores previsiones tiene que hacer frente UV. Tras haber sido un partido con un voto fiel desde las generales de 1986, que elevaron a su líder de entonces, Miguel Ramón Izquierdo, a la categoría de diputado con 64.403 sufragios, se enfrenta a los peores comicios de su existencia. El descalabro de las autonómicas de 1999 dejó a esta organización fuera del Parlamento, situación que se ha visto agravada con las incontenibles fugas de sus militantes hacia el PP, partido del que UV se escindió a mediados de los ochenta, entonces con el nombre de Alianza Popular. Ahora UV se juega lo poco que le queda, el escaño que José María Chiquillo ocupaba en el Congreso de los Diputados, para evitar su derrumbe total y su posterior absorción por parte del PP.

BNV

Por último, el Bloc Nacionalista Valencia (BNV) aspira a recoger los restos de todos los naufragios para verificar sobre ellos la euforia experimentada en las pasadas elecciones autonómicas y demostrar que es una opción a tener en cuenta en los próximos años. Para ello, como mínimo, necesita obtener un diputado y así mantener en tensión a su potencial electorado hasta las autonómicas de 2003, puesto que un enfriamiento de entusiasmos podría invalidar sus expectativas y, posteriormente, abrir una crisis extrema. Hasta ahora, en elecciones generales, esta formación, aunque con el nombre de Unitat del Poble Valencià, no ha logrado atraer hacia sus siglas más que cantidades de votos testimoniales (26.777, en enero de 1996).

Los partidos de carácter nacional han puesto toda la carne en la parrilla electoral valenciana. Como apuntó el domingo el ex presidente del Gobierno Felipe González, la Comunidad Valenciana tiene "la llave de las elecciones del 12-M", y con ella la del futuro inmediato de España.

En este sentido, el PSOE ha movilizado todos sus efectivos. Si el domingo fue González quien se trasladó hasta Mislata para levantar los entusiasmos de la militancia socialista y los simpatizantes, el próximo sábado por la mañana, el secretario general de los socialistas y candidato a la presidencia del Gobierno, Joaquín Almunia, hará lo propio en la plaza de toros de Valencia. Almunia visitó Alicante dos veces en precampaña y Rosa Díez, uno de los valores emergentes del socialismo español, ha pasado por Valencia y Castellón y mantiene una cita pendiente con Alicante. El mismo escenario de la plaza de toros de Valencia ha elegido el Partido Popular para que el presidente del Gobierno en funciones y aspirante a la reeleción, José María Aznar, trate de reunir a unos 20.000 militantes el martes 7 de marzo por la tarde para pedirles que llenen todas las urnas posibles. Su esposa, Ana Botella, ha visitado en repetidas ocasiones la Comunidad Valenciana en los últimos meses con idéntico objetivo. También Francisco Frutos, el candidato de Izquierda Unida, tratará de entusiasmar a los suyos mañana, primero en Benicàssim y luego en el Palau de la Música de Valencia. La llave del 12-M está aquí.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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