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Elecciones 2000 Andalucía

A verlas venir

La alianza federal de PSOE e IU abre un interrogante sobre las relaciones futuras de los dos partidos en Andalucía

¿Es posible un pacto PSOE e IU en Andalucía? La pregunta está en el aire y, en estos momentos, nadie tiene la respuesta. Por un lado pesan las malas relaciones históricas, y por el otro, el acuerdo en el ámbito nacional, que de llegar a materializarse, cambiará el panorama político en todas partes, incluida Andalucía. Mientras la incertidumbre se resuelve, el PSOE andaluz intenta desmarcarse de cualquier compromiso, e Izquierda Unida, en una dirección contraria, alude constantemente al eventual pacto como estrategia para llevar a los socialistas a su terreno y arañar su inquebrantable hegemonía.A los socialistas andaluces, el acuerdo entre Joaquín Almunia y Francisco Frutos les cogió con el pie cambiado. Nadie sabía de las intenciones de su secretario federal, quien se las comunicó a Manuel Chaves la tarde antes de hacerlas públicas. La planificación electoral del PSOE andaluz se "contaminó", como reconoce un cualificado portavoz, con el aire del pacto federal y obligó a los dirigentes andaluces a centrar su atención en desviar balones fuera cuando todas sus energías están agrupadas en rivalizar con el Partido Popular. El comunicado emitido por la ejecutiva regional del PSOE, al día siguiente del acuerdo, es bastante significativo: la dirección saluda el pacto, lo enmarca en un ámbito exclusivamente estatal y recuerda las reiteradas negativas de IU a la gobernabilidad de Andalucía tras las elecciones de 1994 y 1996, es decir, la etapa de la pinza con la derecha.

Los socialistas han sacado a relucir, todas las veces que han podido, ese error estratégico de la federación, que supuso para IU una considerable retirada de apoyos electorales hace cuatro años (perdió 86.320 votos y siete escaños) y, a la inversa, un atracón de sufragios para el PSOE (recuperó 508.029 y siete diputados).

En la carta que el secretario general de los socialistas andaluces envió hace tres semanas a Romero se recuerda de nuevo el periodo de la pinza y se apuesta por crear un clima mutuo de confianza que haga posible el que, después de las elecciones, se puedan abrir vías de diálogo. Es difícil, sin embargo, creer que las heridas de aquella época hayan cicatrizado. "En el PSOE hay resquemor y desconfianza en IU", declaró Chaves tras las elecciones de 1996 y no parece que en esta legislatura se hayan abierto canales de comunicación entre dirigentes de uno y otro partido que hayan derivado en la complicidad que sí aparentan tener Almunia y Frutos. Antonio Romero, coordinador general de la federación en Andalucía, confiesa no tener "ningún problema de química" con Chaves y recuerda que aunque en 1996 no fue posible el acuerdo autonómico, tampoco fructificó tras las municipales de 1995, mientras que sí fue posible en las de 1999. "Lo importante son los contenidos: el PSOE ha girado a la izquierda y nosotros hacemos críticas más constructivas".

El resquemor que reconocía Chaves surge no sólo del bloqueo parlamentario que ejercieron al alimón izquierdistas y conservadores en la cuarta legislatura, sino también de las actitudes de los dirigentes de IU y del PSOE, que dejaban a la intemperie la nula predisposición a llegar a acuerdos de gobierno. Por ejemplo, una de las condiciones expuesta por el entonces candidato y coordinador de IU, Luis Carlos Rejón, para alcanzar un pacto con los socialistas fue la de exigir la presidencia de la Junta. Los socialistas respondieron a esta exigencia, a todas luces innegociable, pidiendo el exilio de Rejón a Rusia.

Desde el lado socialista no se va insuflar ningún soplo de aire a IU, cuyas perspectivas electorales son decrecientes. En el discurso electoral socialista ni IU ni el Partido Andalucista existen, toda vez que el único adversario a superar es el Partido Popular. La meta electoral es lograr una "mayoría suficiente" para poner en marcha su "propio" programa de gobierno aspiración que sólo se lograría si el PSOE obtiene mayoría absoluta, dos palabras proscritas del vocabulario socialista.

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Será a partir del recuento de votos de las elecciones del 12 de marzo cuando el PSOE decida su política de alianzas, en caso de necesitar apoyos. Y, sobre el papel, puede optar por el PA o IU. Al día de hoy, la opinión mayoritaria en las filas socialistas es la de repetir el pacto con los andalucistas y hay pocos dirigentes no ya que defiendan, sino que siquiera imaginen, un gobierno con consejeros comunistas.

Para IU de Andalucía el acuerdo federal fue también una sorpresa, aunque la estrategia y el análisis de las consecuencias para las elecciones autonómicas son muy distintas. En la organización andaluza la alianza en Madrid se ha tomado como un punto de partida para movilizar a su electorado y recuperar a los abstencionistas. Precisamente la ejecutiva de IU atribuyó a la actitud pasiva de sus antiguos votantes el retroceso de las andaluzas de 1996 y las municipales de 1999. Y se piensa que el aliciente que suponen la posibilidad real de plasmar sus proyectos en medidas de gobierno sería un acicate para sacar de sus casas a quienes en las anteriores citas con las urnas se cansaron de apostar por discursos meramente teóricos.

Estas perspectivas se ven reforzadas por lo sucedido en el ámbito nacional: en pocos días se duplicaron los apoyos y sacaron a IU de la pesimista impresión de una caída en picado. Por eso, la dirección andaluza ha centrado todos sus esfuerzos en arrancar de Chaves un gesto que produzca el mismo efecto que el apretón de manos de Joaquín Almunia y Francisco Frutos. La resistencia del socialista a reproducir idéntico proceso en Andalucía ha contrariado, de alguna manera, a los dirigentes de IU, quienes, pese a esto, no se muestran en absoluto sorprendidos. La táctica actual es tratar de poner en un brete a Chaves al confrontar su actitud con la de Almunia para reducir al mínimo su margen de escapar a un diálogo similar al de Madrid. A Chaves, por cierto, esta presión no le está gustando nada. Y las baterías de ataque acopian municiones para un posible choque.

En este tira y afloja de socialistas e IU es donde más claro se ha percibido el peso de los antiguos desencuentros y rencores, que no se vuelven del revés de la noche a la mañana. Al sector más reticente le es muy difícil cambiar radicalmente el paso y tratar a los socialistas como compañeros, cuando hasta hace dos días, unos y otros han aprovechado la menor ocasión -ya sea un debate en el Parlamento sobre la carretera de Huéneja o la captura del corruco de Málaga- para echarse en cara trampas y corruptelas y sacar una variada gama de trapos sucios. Sin embargo, han vencido los que abogan por dar por bueno el eventual pacto, aunque sólo sea por su efecto movilizador.

Para los que mantienen esta tesis, el primer mitin del coordinador general, Julio Anguita (que se vio obligado a renunciar a la candidatura a las legislativas por sus dolencias cardiacas) fue un alivio. Todos contenían la respiración ante lo que pudiera indicar de la apuesta de Frutos el antiguo candidato, para quien el PSOE sigue siendo tan "neoliberal" como antes y mantiene viva en su memoria todas las políticas que los socialistas desarrollaron al gobernar y que IU combatió. Anguita dijo sí. Puso muchas condiciones y rocío su discurso de llamadas de alerta, pero dijo sí. Y eso, según cuentan, ha servido para que los más díscolos aparquen las maneras de contra y se sienten a esperar.

Los dirigentes de IU están convencidos de que Chaves contempla obtener la mayoría absoluta. Si no la logra, saben que únicamente un futuro gobierno de coalición en Madrid le haría descartar la alianza con los andalucistas. "Por eso", afirma uno de ellos, "Chaves no quiere hacerse una foto con Romero, porque sería una especie de avance de un pacto tras el 12 de marzo, y él alberga esperanzas de que, finalmente, no le haga ninguna falta".

Hasta hace dos días, ambas fuerzas no desperdiciaron ocasión para echarse en cara trapos sucios

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