"Andalucía no puede volverle la espalda al mundo árabe porque se la volvería a sí misma"
Andalucía no puede volverle la espalda al mundo árabe porque, técnicamente, en el futuro, sería como volverse la espalda a sí misma. Eso es lo que defiende el eurodiputado, polítologo y filósofo Sami Naïr, uno de los grandes expertos en asuntos de inmigración y asesor del presidente francés Lionel Jospin. "La gran asignatura pendiente que han dejado los políticos", afirma Naïr, autor del libro Las heridas abiertas, "es que no han hecho su trabajado de pedagogía: preparar a los ciudadanos para comprender o tolerar otras culturas".La llegada de la democracia impuso en Andalucía unas normas de convivencia que todos aceptaron: pluralidad de ideas, libertad de expresión, libertad de manifestación. Pero quedaron asuntos pendientes que, como no eran problemas urgentes entonces, ahora pasan factura. Aprender a convivir con inmigrantes de otros países es una de esas cuestiones que marcarán el futuro de Andalucía.
"La imagen que se ha creado de los inmigrantes", reflexiona Naïr, "es la de mano de obra barata y nada más. Es la visión dominante, la impuesta por los mercaderes. No hay una mirada social, no hay una mirada humana. Y para los mercaderes, el inmigrante es sólo una mercancía que se utiliza cuando es necesaria y se tira cuando no se necesita". "Eso", añade el filósofo, "es un error tremendo porque el futuro de comunidades como Andalucía pasa por la integración de esas personas. Si Andalucía quiere mantener su fuerza económica, necesita a esos trabajadores. Y es, además, un asunto histórico para España si no quiere atrasarse 30 o 40 años".
Andalucía, una comunidad con una tremenda deuda hacia el mundo árabe -desde el idioma hasta los regadíos, desde la herencia arquitectónica a las tradiciones- es, cara al futuro, la puerta de entrada de un fuerte flujo migratorio que, si la comunidad no está social y culturalmente predispuesta a acoger, podrá provocar brotes de violencia racial. "Por eso hay que prepararse para luchar contra la exclusión social", dice Naïr. "Hay que hacerse a la idea de que estas personas que acuden deben integrarse. No se trata de invitados, sino de ciudadanos que vienen a enriquecer a Andalucía, a España, y que, si se integran, dentro de 10 años serán ciudadanos españoles".
Después añade: "Los problemas no los plantean los flujos de inmigración, sino la integración social. Si a los magrebíes se les ve como personas sin derechos, la integración social no es posible. Hay que ver al inmigrante como un ser humano, con sus derechos y con sus obligaciones".
Uno de los puntos de fricción entre la cultura árabe y la cultura occidental es la religión. Naïr apuntaba recientemente en un artículo periodístico que el islam aparecía a los ojos occidentales como una religión bloqueada, estancada desde el siglo XVI. ¿No sería necesaria una crítica reflexiva dentro del islam que adaptara la religión a los nuevos tiempos?
"Eso se viene diciendo en el mundo árabe desde el siglo pasado", responde el escritor, "no es nada nuevo. El problema del islam es que se ha convertido en una ideología que utilizan políticamente. No se toma como una religión, sino como un arma política. Y en todos los países en que el islam se ha utilizado como instrumento político, ha fracasado: ahí está el ejemplo de Irán. Lo peligroso es confundir el poder político con el dominio espiritual".
Ante la ola de inmigración que se aproxima en los próximos años, ¿no sería adecuada, por ejemplo, una educación más tolerante en los colegios andaluces, unas nociones básicas de cultura árabe? Naïr no duda en responder: "Precisamente eso es lo que va a venir", dice. "Estamos viviendo un momento histórico muy original y nuevo, un momento en que es necesario reflexionar sobre la identidad". Después agrega: "Hay un hecho curioso. En los años cincuenta, los andaluces estaban considerados en Francia como árabes. Incluso étnicamente poseen rasgos comunes. La intercultura es un proceso muy lento, pero muy necesario. Ése es el gran reto del futuro. Andalucía no puede volverle la espalda al mundo árabe, porque sería como volvérsela a sí misma".
Una de las propuestas de Naïr es la que en Francia se está llevando a cabo como teoría del co-desarrollo: la formación en Europa de estudiantes árabes que luego vuelven a sus países para aportar su riqueza intelectual. Si en los países de origen obtienen buenos sueldos, en lugar de producirse fugas de cerebros lo que se da es un incremento del desarrollo. "Y eso lo podemos hacer", afirma Naïr. "Lo que no se puede hacer es prohibir la inmigración con muros".
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