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Tribuna:DÍA A DÍA
Tribuna
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Si la Candelera plora

La incubación era lenta, interminable. A pesar del excepcional caldo de gallina, las parteras no se reponían con prontitud. Presidían, lánguidas y alicaídas, desde el trono y nido de la cama, la barroca e historiada ceremonia pública del postparto, entre una corte de comadres y toda clase de amuletos, escapularios y exorcismos contra ojerizas, tirrias y malos espíritus. La médica cuarentena se transfiguraba en mágicos cuarenta días de sagrada prueba. Cumplido el santo ciclo, levantaban el vuelo hasta la iglesia con la criatura en brazos. Era la eixida a missa; se evitaba el viernes, que acudió la madre de Judas, pues daría mala sombra; imitaban a la Virgen, que habría ido el sábado. En el portal del templo con una candela encendida, la recibía el cura, superpelliceo et stola alba indutus, con el salmo 23 y agua bendita. Cogida a la estola caminaba con el sacerdote hasta la primera grada del altar mayor. Allí era bendecida, dando gracias por la fertilidad y la criatura, ad aeternae beatitudunis gaudia cum prole sua pervenire moreatur.El rito venía a ser básicamente el mismo que, previsto en el Levítico para limpiar de las máculas de las paridas a las israelitas, la Purificación, habría protagonizado María de Natzaret hace hoy unos dos mil años. Esa devolución de la pureza vino que ni pintada para cristianizar la fiesta romana de la madre de Marte, Februa, diosa que libraba de fieles a las parturientas, honrada con procesiones de candelas para apaciguar a los dioses infernales y a su jefe Plutón, que retiene a la primaveral Proserpina -Roma la buscaba, la esperava amb caneletes, hoy, día de las luces- y para expiar -februare- los males y espíritus invernales, que retorne el sol la vida: Si la Candelera plora, l'hivern és fora; si riu, ja estem en l'estiu.

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