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El fútbol se deshumaniza

Ramon Besa

De forma irremediable, el fútbol va ganando forma como producto de cosumo y perdiendo sentido como juego. Ha dejado de ser ya un sentimiento, irracional si se quiere, que se heredaba de padres a hijos con tal esclavitud que uno podía cambiar de todo menos de club. La transformación ha actuado en favor de la matemática y en perjuicio de la épica. El telespectador es más importante que el hincha, de tal manera que el factor social ya no actúa como inductor o corrector de las decisiones de los consejos de administración o de las directivas que quedan.La figura del presidente, del entrenador, del jugador y también del periodista de club deja de tener sentido porque la empresa ha devorado al propio club, circunstancia que favorece actitudes como la de Lopera con la plantilla del Betis. El presidente se siente legitimado para encerrar o liberar a la plantilla en función de los resultados. Los jugadores discrepan al tiempo que acatan la orden por entender que no tienen capacidad para cambiarla.

El peso del futbolista en el vestuario ha disminuido en la misma medida que el entrenador se ha convertido más en un jefe de recursos humanos que en un aliado del plantel. Hoy resulta difícil imaginarse una situación como la que se produjo en el Camp Nou cuando Luis Aragonés se alió con los jugadores para pedir la dimisión de Núñez en el motín del Hesperia. Resultan más entendibles otras posiciones como asumir que Amunike no pueda entrenarse con el primer equipo azulgrana por un asunto administrativo o que Lopera disponga una concentración que disgusta a los jugadores. En algún equipo se ha llegado al extremo de que el capitán ya no lo elige el plantel sino que lo designa el entrenador.

La mercantilización del fútbol ha aumentado el egoismo del jugador, que hoy ya no se enfrenta al amo o discute con los compañeros la estrategia sindical sino que descarga su valentía hacia otros sectores como la prensa. El último ejemplo es Raúl, que culpa a los periodistas de engañar a la gente. Decisivo y admirado en la cancha, la actitud del jugador es discutible fuera del campo.

Los jugadores han perdido fuerza como colectivo a cambio de mejorar su hoja de salarios. No tienen incidencia en la configuración del calendario, pese a que les programan hasta 70 partidos por curso, y se conforman con pactar las vacaciones. La deshumanización del fútbol afecta de forma especial a los jugadores y a los árbitros, colectivo que entiende que la profesionalización pasa por cambiarse la indumentaria y protegerse con un cuarto colegiado que enreda más que ayuda el desarrollo del juego.

Desfasados los árbitros, confundidos los jugadores, demonizados o inmortalizados los periodistas y convertido el hincha en sujeto pasivo, al fútbol le queda el patrón como amo del juego. El socio ha dejado de ser el dueño y el protagonismo del aficionado se ha rebajado tanto que llegará un día en que los presidentes paguen dinero a la gente por ir el estadio, una manera de asegurarse la docilidad también del aficionado.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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