_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hacer ciudad, hacer país

Este es el país de las ciudades. O al menos es un país de ciudades, afirmación menos controvertible que la primera por lo constatable y evidente. Un país cuyo inventario de riquezas naturales, espontáneas, arroja un balance más bien miserable, de los recursos hídricos a las materias primas. Una localización periférica, aunque próxima respecto a los grandes ejes de la estructura continental, y un clima no siempre generoso como no sea para las actividades al aire libre, constituyen nuestro haber más favorable.Esto, mucho trabajo y diligencia de sus gentes, y un sistema de mallas urbanas densas constituye lo mejor de nuestro activo. Se ha destacado con frecuencia la dinamicidad y la capacidad emprendedora de nuestra gente. No hay duda de ello, pues ha sido capaz de laborar la tierra áspera o engendrar industrias que no contaban con ninguno de los componentes para su actividad, salvo el trabajo y la iniciativa de sus emprendedores y trabajadores. No se ha destacado, o al menos no se ha hecho con suficiente énfasis social, este otro elemento positivo de nuestra sociedad, el sistema de ciudades, sus interrelaciones, su capacidad de generar actividad y renta.

Al menos no se ha hecho en el ámbito de la propia reflexión social, colectiva, y en sus aplicaciones políticas, que vienen a ser la traducción de lo que piensa una sociedad. De ahí algunos desdenes, desprecios o ignorancias que, a la vista de la experiencia ajena y de las tendencias de la economía y la sociedad modernas, globales, resultan especialmente espectaculares por la inoportunidad y los elevados costes que generan en el ámbito de las relaciones globales. El mundo local es considerado poco menos que residual. Insisto, al margen de los estudios y los análisis científicos, desde los distritos industriales a los fenómenos de metropolización. En términos sociales, y sobre todo políticos, la ciudad, los sistemas de ciudades, tienen una consideración secundaria, cuando, como sabemos, precisamente por los estudios y por el análisis comparativo, que constituyen el eje central de las nuevas políticas económicas, sociales.

Además, y no es poca cosa en el ámbito del discurso de las identidades, que la ciudad y los sistemas urbanos, constituyen el espinazo sobre el que se articula el territorio, y en consecuencia se incardinan las propuestas de mejora ya se trate de la producción y su dinámica competitiva, ya de la distribución de la riqueza y la gestión de los conflictos.

La eliminación o el decaimiento de otras barreras, como las de los estados, tanto para propósitos de seguridad como para el intercambio económico, ha propiciado la aparición, por devolución o por novedad, de otros poderes territoriales. De la misma manera que se han producido cesiones sucesivas de soberanía de los estados respecto de las organizaciones supraestatales, de la Unión Europea a la OTAN, en nuestro entorno y por citar dos componentes muy llamativos.

La devolución de los poderes a los ciudadanos se produce, de modo efectivo, en el ámbito urbano, espacio de referencia a la vez que espacio para la producción y el consumo de bienes y servicios.

Por otra parte, la organización del territorio en la era de la globalidad se produce precisamente, como en otras épocas de esplendor urbano, a partir de las ciudades. De hecho ningún espacio territorial organizado carece de sistema urbano, y siempre o casi siempre, a partir de una aglomeración metropolitana, en la que la permeabilidad y la movilidad son elementos tan característicos como imprescindibles para la organización del territorio.

Actuar contra estos hechos suele conducir al fracaso de toda la estructura social y económica, y desde luego constituye un elemento para la calificación de retrógrada de las políticas que rehuyen, rechazan, o excluyen el hecho metropolitano, y los sistemas de ciudades, de sus objetivos prioritarios. El apoyo del sistema de ciudades, a partir de su núcleo metropolitano, constituye la mayor garantía para el asentamiento de las identidades territoriales, las que en España se alumbran con la Constitución de 1978, y las que en todo nuestro entorno se consolidan como pasos para la devolución de los poderes a los ciudadanos. Por ello mismo sigue siendo necesario, a la luz de experiencias y decisiones pasadas o recientes, hacer ciudad y hacer país. O hacer ciudad para hacer país, lo que puede que a algunos no interese.

Ricard Pérez Casado es licenciado en Ciencias Políticas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_