El Madrid bordea la proeza

Que era una victoria imposible se suponía. Véase, si no, el siguiente dato: en el banquillo del Madrid se sentaban Galilea, Larsen, Núñez y dos juveniles. En el del Panathinaikos, Katash, Burke, Alvertis y Koch, jugadores que serían titulares en la mayoría de los equipos de Europa. Véase otro dato: el Madrid jugó sin Alberto Angulo, sin Iturbe, con Struelenes infiltrado y con Djordjevic tocado. Ganó el invicto Panathinaikos, aunque para ello tuviera que llevar el partido donde le convenía, a las trincheras, al cuerpo a cuerpo, a un marcador escuálido. A un baloncesto, en definitiva, que convendría desterrar.Obradovic y Bodiroga fueron recibidos a lo grande y se retiraron bajo sospecha. El técnico calentó a la grada pero no a los árbitros, pese a que llegó a dar un puñetazo en la mesa de anotadores. Será que tanto triunfo le da a uno cierta bula. Bodiroga, por su parte, ahogó en un mar de protestas la impotencia que sintió ante el marcaje de Angulo.

Así se comportaron ambos tras ver cómo el Madrid les pasaba por encima en la primera parte. La defensa de los blancos debería ser vista en toda escuela de baloncesto que se precie. Scott paralizó a Rebraca, Lucio, ya se ha dicho, a Bodiroga y sólo Struelens pagaba sus dolencias físicas ante Rogers. Hasta en dos ocasiones la bocina les anunció a los griegos que habían agotado los 30 segundos de posesión. Herreros andaba fino y ni las tres personales que llevaron a Djordjevic al banco dañaron a un Madrid enorme, que se fue al descanso con una diferencia inferior a la merecida (42-34) por culpa de Rogers. El partido era insoportable para el invicto, para un Panathinaikos que acumula 20 partidos sin perder. Pero arrancó la segunda mitad, Koch fulminó a Herreros y el Madrid se lió. Galilea comenzó a sufrir ante Katash y Larsen no logró mitigar las obligadas ausencias de Struelens.

Anulado Herreros (que no consiguió un sólo punto en la reanudación), la producción ofensiva del Madrid quedó reducida a lo que hicieran Djordjevic y Brent Scott. Que fue mucho, pero insuficiente. Tampoco el rival cumplía en ataque, pero eso era lo de menos. Obradovic había desactivado al enemigo y llevado el choque a su terreno. Cada posesión era una batalla y ahí no supo manejarse el Madrid. A 42 segundos del final, con 63-62, Angulo se precipitó, pero Rogers no. Quedaban diez segundos cuando Djordjevic intentó la penetración y se encontró con un bosque de obstáculos. Acabó en el suelo, pero los árbitros se miraron y callaron. Rogers encestó y el Madrid se vio con 2,6 segundos para resolver, lo que indignó a Scariolo, que opinó que eran cuatro, por lo que el club presentará una reclamación. Pero si imposible fue la victoria más lo será que esa protesta surta efecto.