_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Borges

LUIS GARCÍA MONTERO

Si todos los caminos conducen a Roma, todas las preocupaciones culturales de Borges desembocan en la literatura, en la gran literatura, ese ámbito vivo en el que coinciden por una vez el prestigioso académico y la seducción de los lectores, las búsquedas profesionales más minuciosas y la inquietud particular de una lámpara juvenil o de una tarde de otoño ciega y desencantada. El Seminario de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Granada ha dedicado a Borges unas excelentes sesiones de homenaje con motivo del centenario de su nacimiento. La multitudinaria curiosidad del público, unánime y diverso como un símbolo borgiano, ha convertido los recuerdos en acontecimientos, las nostalgias históricas en presencia viva y real de la literatura. Borges está ahí, en las bibliotecas universitarias, en las mesillas de noche de los estudiantes, en las interrogaciones de las librerías y en ese bolsillo imaginario que tenemos los lectores para guardar nuestros proyectos, las páginas que deseamos descubrir, las fábulas y los versos a los que queremos regresar.

Borges significa en el siglo XX algo así como una segunda oportunidad para la literatura. Formado en la vanguardia ultraísta, en el arrebato de las negaciones, quiso provocar una vuelta de tuerca, pasar de la destrucción romántica y modernista al viejo pacto de la creatividad literaria. Imaginó un nuevo viaje a Ítaca, en el que Ulises, cansado de prodigios, pudiera regresar a la eternidad verde y humilde de su tierra. Supo así distinguir entre el escándalo pasajero de las novedades y la originalidad profunda, el matiz personal que dialoga con la tradición en un ángulo discreto de los pacientes ríos de la vida. Borges convirtió las abstracciones en leyenda, el tiempo vago en historia personal, la literatura en un espejo capaz de facilitarle al lector la sorpresa inadvertida de su propio rostro.

Ofrecerle una segunda oportunidad a la literatura significa reivindicar la inteligencia, la necesidad de unir pensamiento y poesía, el poder conspirador de las palabras calculadas. Borges supone una magnífica lección para los jóvenes que se acercan a la literatura tanto por lo que escribió como por la manera en la que hablaba de su trabajo. Más que verdades sagradas, más que iluminaciones y arrebatos sentimentales, quiso compartir las argucias de su taller, la relojería de sus noches, la matemática disciplinada del hacedor. Borges nos devolvió al misterio y a la incertidumbre de la literatura, porque supo que el misterio y la incertidumbre no existen más allá de la realidad, que las sombras se elaboran en la página blanca, que la ambigüedad debe ser una consecuencia del cálculo literario. El que se disfrazara de poeta menor, al margen de las divinidades, para luchar por la gran literatura, no es uno de sus enigmas, sino una prueba más de su inteligencia.

Borges fue también héroe de anécdotas triviales. Sus comentarios despectivos sobre Antonio Machado o Federico García Lorca y algunas de sus declaraciones políticas demuestran que los seres más inteligentes pueden decir tonterías. Es otra de las lecciones borgianas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_