Conexión africana en el Valencia
Abou, de 14 años, ha perdido la cuenta de los hermanos que tiene. "Muchos, muchos", dice en su incipiente español, y explica que su padre, el rey de la tribu Bamun, una de los cientos de tribus de Camerún, ha engendrado varias decenas de hijos con un número indeterminado de mujeres. Pero Abou, de una formidable constitución atlética, no quiere seguir los pasos de su padre, sino los de algunos de los ídolos futbolísticos de Camerún, casos del legendario delantero Roger Milla, que jugó con 42 años el Mundial de Estados Unidos en 1994, o del portero Tommy N´Kono, tantos años en el Espanyol. Porque Abou es un defensa central de la escuela de fútbol del Valencia que juega cada sábado en el Cadete A. Y se considera afortunadísimo de ello: de haber sido elegido, junto a cuatro chicos más, por el secretario técnico del Valencia, Javier Subirats, que viajó a Camerún el abril pasado y se trajo consigo estas cinco promesas. "Todos los niños en África quieren jugar en Europa", dice otro de los elegidos, Kabi, un delantero de 16 años que golea casa semana en uno de los juveniles del club de Mestalla.Estos dos muchachos viven felices y ajenos a la polémica desatada en Italia y Holanda, donde las autoridades quieren poner límites a los miles de niños no comunitarios que juegan en infantiles y juveniles de equipos profesionales y aficionados. La FIFA, incluso, estudia prohibir los fichajes de niños extranjeros menores de 18 años.
Abou y Kabi proceden de una escuela muy selecta de fútbol de la ciudad camerunesa de Duala, dirigida por franceses. "Camerún es muy pobre y Valencia está muy desarrollada", dice Kabi. Ambos suspiran por conseguir lo que entiende como el paradigma del desarrollo: el teléfono móvil. Casi todos sus compañeros en el Cadete ya usan -¡a los 14 años!- el teléfono móvil. "Somos nuevos, pero más adelante queremos un móvil", dice Abou. ¿Y después? Un cochazo, claro. A Kabou le encanta el Ferrari de Carboni; a Kabi, el Mercedes de Serban.
Pero estos dos adolescentes tienen los pies en el suelo: quieren seguir estudiando porque "un día te rompes la pierna y qué". Son listos. Hablan francés e inglés indistintamente (lenguas oficiales en Camerún), además del español primerizo y de algunas frases en valenciano (recitan los días de la semana). Aprobaron los difíciles exámenes de acceso al liceo francés de Paterna. Habitan en la Ciudad Deportiva junto a varias decenas de compañeros de distintos puntos de España. Tienen el fútbol entre ceja y ceja y no quieren saber nada de otro tipo de ocio. ¿Discotecas? "¿Qué hacemos nosotros allí; venimos a jugar al fútbol".
Signos de racismo dicen haber visto algunos: del público o el equipo rival. "Te dicen, "eh tú, negro", pero no hacemos caso. Sólo nos interesa el fútbol". Y en ese aspecto, el futbolístico, lo tienen muy claro. "Tenemos calidad pero nos faltan muchas cosas. El fútbol en Camerún es muy físico; aquí es muy táctico y muy técnico. Tenemos que mejorar mucho la táctica", repiten casi al unísono. El central Abou admira a Hierro y a Roche; el delantero Kabi, a Piojo, a Ilie y a Batistuta.
Por supuesto que echan de menos a sus familias: les telefonean un par de veces por semana y se lo pagan de su bolsillo, del dinero que les proporciona la especie de beca con la que el Valencia les incentiva. Han aprendido rápido la lección: de contratos, de papeles y de dinero no tienen nada que decir. "Pregunten a nuestro representante español, José Luis Rodríguez". El representante explica que los chavales cobran del Valencia "para vestirse y para comprar una coca-cola", pero tienen los gastos básicos pagados: la comida, el alojamiento y el colegio. Rodríguez, además de un empresario de la madera, ejerce la representación de todos los chicos que los clubes italianos y españoles saquen de la escuela de Duala. La idea del Valencia es que den el salto temporal a Francia, donde como miembros de una ex colonia francesa obtendrán la nacionalidad francesa con facilidad y pasarán a ser comunitarios. En Francia, además, pueden jugar en ligas más competitivas; en España la legislación prohíbe que los extranjeros actúen en competiciones nacionales que no sean la Primera y la Segunda División. De ahí que los chicos se limiten a jugar en ligas regionales.
El Levante fue el pionero en Valencia en los descubrimientos africanos. Marchó su secretario técnico, Ricardo Chover, a Marruecos hace dos años y, tras presenciar la Copa de Africa sub 20, fichó a dos de los jóvenes de Costa de Marfil: el medio centro (Keita, actualmente en el Oviedo, aunque sigue perteneciendo en un 50% al Levante), y al extremo izquierdo, Ettien, actual lateral derecho del equipo que se exhibe en la Segunda División española. Keita costó 40 millones; Ettien, 25. Su representante, un italiano, cobró su parte y se largó. Ahora los lleva José Luis Tamargo. Ettien, de 20 años, es seguido por varios equipos españoles de Primera. Su explosividad en carrera le permite correr la banda ante el entusiasmo de la grada. En su tercer año en Valencia, Ettien se ha adaptado perfectamente: tiene novia, conduce un Ford Ka en el que apenas cabe su imponente cuerpo y posee una risa contagiosa. Eso sí, Ettien lo pasó fatal en su el primer año en Valencia. Llegó con 17 años y sufrió el desgaste de un equipo que cambió cinco veces de entrenador hasta descender a Segunda B. Pero no desesperó e intentó sacar conclusiones positivas: por ejemplo aquel día que fue a visitar a su casa uno de los técnicos destituidos, Txutxi Aranguren, para preguntarle por sus defectos futbolísticos, que eran los de casi todos los jugadores africanos: el desbarajuste táctico.
125 millones de traspaso y en Preferente
"En Camerún no tenemos nada; jugamos al fútbol porque somos muy fuertes. Aquí lo tenemos todo". Luc Nbeng, el lateral izquierdo camerunés de 18 años por el que el Valencia ha pagado 125 millones, habla como una metralleta, a borbotones y cuesta seguirle la pista. Estudia informática y márketing. Procede de la primera división camerunesa, del Dinamo de Duala, y juega ahora en el Puig, en la Regional Preferente valenciana, junto a otros dos compatriotas, Moffi y Emana, de 17 años y provenientes de la segunda división camerunesa. Los tres cedidos por el Valencia. Pero Nbeng, el único de los cinco con contrato profesional (el resto permanece un año a prueba), está en el centro de las críticas: ¿cómo un jugador de 125 millones está en Preferente? "He disputado la Copa de África de clubes y había clubes europeos interesados en mí", se defiende el jugador. Nbeng no quería recalar en el Puig ("he bajado cinco categorías"), pero no le quedaba más remedio. No podía jugar en el Valencia B, puesto que la legislación prohíbe a los no comunitarios actuar en Segunda B, y tampoco había un equipo de Segunda A interesado. "Aquí al principio la vida es muy difícil para un negro", recuerda Nbeng, que se ha ganado la simpatía de los compañeros. No tanto la de los rivales, uno de los cuales, "el lateral derecho del Albuixech", le estuvo insultando con gritos racistas todo el partido hasta que el árbitro acabó expulsando paradójicamente al camerunés. Admirador de Paolo Maldini, Nbeng vive en un hotel de la carretera de Llíria. "Es un superdotado físico, bueno técnicamente, pero con grandes problemas tácticos", dice su joven entrenador, Javier Mera, de 23 años.
La siguiente parada para estos cinco jóvenes cameruneses aspirantes a ser un día Roger Milla será Francia. Y de allí, si siguen progresando, volverán al Valencia. En caso contrario, regresarán a Camerún. De hecho, después de cuatro meses, el Valencia entiende que los más jóvenes, Abou y Kabi, son los que poseen más condiciones para crecer en el club de Mestalla.
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