"Las orquestas españolas no invierten en imaginación"
Josep PonsDirector Orquesta Ciudad de Granada
La innovación y la calidad son las dos bazas principales por las que el director de la Orquesta Ciudad de Granada, Josep Pons, ha merecido el Premio Nacional de Música que concede anualmente el Ministerio de Cultura. Pons, de 42 años, no ha dudado en compartir el galardón con las dos formaciones de las que es director titular, la de Granada y la del Teatro Lliure de Barcelona. Se trata, ha dicho, de una prueba de que su trabajo y el de sus orquestas, a veces asaltado por la duda, ha logrado el beneplácito del público.Pregunta. ¿Es un premio personal o un reconocimiento a sus dos orquestas?
Respuesta. Yo necesito de mucha gente, me gusta trabajar en equipo. El premio se ha concedido a una trayectoria dilatada en la que han colaborado muchos. Los que suenan, es decir, los que se embarcan en el concierto, y los que trabajan en tierra. La orquesta de Granada ha jugado un papel importante, ha sido mi voz personal en los últimos años.
P. En el apartado de composición, el Premio Nacional de Música lo ha recibido Ángel Martín Pompey, un músico casi centenario, 55 años mayor que usted. Comparativamente, ¿no llega el suyo demasiado pronto?
R. Mi maestro, Antoni Ros Marbá, me ha dicho que es bueno que el premio llegue a la gente cuando es joven y no como colofón. En este momento el premio es un empuje, una inyección de moral. Como estás acostumbrado a ir por delante se espera que repartas energía y arrastres a los demás. Procuras no dudar, pero, a veces, cuando vas por caminos nuevos, no tan trillados, en los que no has comprobado la respuesta del público, te planteas si la vía que has escogido para comunicar con el público servirá o no. Este premio significa que sí, que he sido tomado en cuenta.
P. El jurado también ha valorado la imaginación con que suele preparar sus programas.
R. Sí, uno pretende tener su propia voz. Muchas veces, como ocurrió con el recital dedicado a Kurt Weill, con Ana Belén y Miguel Ríos como solistas, son aventuras, experimentos.
P. ¿Se pone poca imaginación en las orquestas españolas?
R. Pensemos en quién inventa. A veces vemos cosas muy novedosas pero a la vez obvias, evidentes, y nos preguntamos cómo no se le ha ocurrido ya a alguien. Escoger caminos nuevos no es muy frecuente. No se invierte en imaginación. La imaginación no es un elemento que se tome demasiado en cuenta. Se invierte, en cambio, en imitar, en reproducir, porque quizá se busca reconocer las sensaciones conocidas. Los clásicos de hoy fueron en su época vanguardistas ante los que la gente se rasgó las vestiduras. Nos pueden sacudir todavía, pero su estética ya está asimilada.
P. Esa apuesta por la imaginación, ¿es lo que ha originado en España el fin de la descentralización de las orquestas y la aparición de formaciones importantes lejos de Madrid o Barcelona?
R. Es un fenómeno curioso. En las grandes capitales hay buenas orquestas porque tienen mucha tradición y dotación presupuestaria. Pero es curioso ese empuje desde la periferia, como es el caso de las orquestas de Granada, A Coruña o Tenerife. Es más fácil trabajar aquí que en Madrid o Barcelona, hay menos presión, y el trabajo es más tranquilo. Aquí la presión nos la creamos nosotros, nos estimulamos.
P. ¿Prefiere, entonces, dirigir una orquesta como la de Granada que la Nacional de España?
R. Bueno, yo he dirigido a la Nacional de España y me lo he pasado muy bien. Pero en este momento de mi vida era importante crear una orquesta.
P. El premio también reconoce su labor como intérprete de la música del siglo XX. Ahora estamos al borde del XXI. ¿El eclecticismo será el estilo imperante?
R. Hay que romper fronteras políticas, entre razas, en la música, en todos los ámbitos. Debemos ser abiertos y participar en lo que sucede en nuestro mundo.
P. Lo que parece claro es que la vanguardia hay que entenderla en un sentido diferente al que ha tenido hasta ahora.
R. Claro. Las vanguardias históricas se han quedado en eso, en vanguardias. Desde el Barroco la vanguardia ha tenido un sentido unitario, pero poco a poco se han ido abriendo, multiplicando las ramificaciones.
P. La música del siglo XX, ¿sigue siendo minoritaria? ¿Tiene más receptividad?
R. No sabría qué decir. Depende de dónde y de cómo se haya hecho. En Barcelona había más receptividad en los 60 y los 70 que ahora. La orquesta de Antoni Ros programaba cada semana una obra, nacieron una serie de grupos a cuyos conciertos acudía la misma gente que entonces iba a las exposiciones. Era una especie de manifestación. Pero con la música del siglo XX también se ha asustado a mucha gente.
P. ¿Quién la ha asustado?
R. A veces los intérpretes. Se programaba mucha música del siglo XX porque se pensaba que la gente, de todas formas, no se iba a enterar. Y claro que se entera. La ha rechazado porque no le gusta. En el siglo XX, como en el XVIII, hay compositores buenos y malos. Nuestra obligación es seleccionar la música que podemos defender y enseñar a los demás. Quizá se deberían crear unos comités de lectura en las orquestas y organizar debates. En el siglo XX hay cosas tan importantes como en el XIX o en el XVIII. ¿Por qué va ser diferente el nuestro si ha sido uno de los siglos más creativos?
P. ¿Hay perspectiva temporal suficiente como para hacer una criba entre música buena y mala?
R. Creo que sí, pero nos podemos equivocar, porque hay música importante que no la hemos hecho sonar.
P. ¿Qué piensa del éxito inesperado y masivo de compositores como Gorecki o Arvo Pärt?
R. Que son una moda pasajera. No me interesan. Y he hecho música de Gorecki. De Pärt no conozco tanto, pero no le sé ver la sinceridad.
P. ¿Pagará el año próximo el tributo a Bach o no le gustan las conmemoraciones?
R. Hay músicos como Bachque logran que el mundo sea maravilloso. Sí vamos a hacer bastante Bach, aunque como yo no lo hago mucho, lo pondré en manos de gente especializada.
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