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Las víctimas y los bares

María Fabra

Entre cerca de una veintena de testigos que ayer comparecieron en el juicio a Joaquín Ferrándiz se encontraban los camareros y propietarios de los bares que el acusado frecuentaba. De sus declaraciones se desprende la posibilidad de que tanto Sonia Rubio como Amelia Sandra García coincidieran en al menos dos locales con el que iba a ser su verdugo. Sin embargo, ninguno de ellos pudo afirmar con certeza si se conocían o si, en alguna ocasión, les habían visto juntos. Otra de las conclusiones de los testimonios expuestos ayer, en este caso, por los amigos de Sonia Rubio, es que la joven profesora de inglés era una chica con temperamento, carácter fuerte y cierto mal genio. El fiscal preguntó a todos los testigos que la conocían si éstas eran algunas de las características de la personalidad de Sonia, quien también destacaba, según lo dicho, por su vitalidad. Algunos de sus amigos también mantuvieron que, en el caso de verse acorralada, a buen seguro, opondría resistencia. La joven que acompañaba a Sonia en la madrugada del 2 de julio de 1995, o sea la última de sus amigas que la vio con vida, afirmó que entraron en una discoteca de Benicàssim para buscar a alguien que las acercara a su casa. Según su testimonio, Sonia buscó entre la gente una cara conocida, a algún otro amigo que tuviera vehículo y quisiera hacerles este favor. Sin embargo, los intentos resultaron fallidos y Sonia decidió volver andando.

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Los amigos de Ferrándiz reconocen que no vieron en su vida nada anormal
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