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La lección de Antich: reivindicando la utopía

El Paraninfo de la renovada sede de nuestra Universidad acogió el pasado viernes día 29 un espectáculo poco usual. Un joven político en activo, presidente del Gobierno balear, dio una lección magistral de teoría y práctica política renova-dora.Probablemente, -estábamos en el marco de los premios Octubre- el respetable esperaba una inyección de moral pancatalanista, quizás un canto a la hermandad entre los pueblos del arco mediterráneo y una receta fácil para ganar elecciones sin bajarse del autobús y seguir sumando trienios en el curriculum.

Francesc Antich, por el contrario, explicó, con sencillez admirable y a contracorriente de la cultura dominante en la izquierda local, cómo se puede intentar un cambio del modelo económico depredador y encima ganar unas elecciones.

Un cambio que implica una nueva cultura del territorio y de la ocupación turística -Calvià fue en su momento una avanzadilla- y una revisión del mito de las infraestructuras. El crecimiento hotelero, la proliferación de campos de golf y puertos deportivos, la presión para construir autopistas, o la ampliación de la capacidad del aeropuerto de Palma (auténtica llave para el control del acceso a Mallorca) han sido puestos en cuestión en los últimos tiempos. Los gobiernos anteriores, como señaló Antich, han puesto pocos inconvenientes al "negocio del territorio".

Apostar por la sostenibilidad, no es más que una "negativa a la destrucción especulativa" y una apuesta por el progreso que garantice calidad de vida y durabilidad.

Así que se puede -y se debe, es una cuestión sobre todo ética- intentar transformar un sistema económico que genera "riqueza" por simple acumulación -"más de todo"- por otro que genere bienestar, manteniendo los valores naturales y culturales del territorio. Y en éstas están el señor Antich y sus aliados en el Gobierno balear.

Al mismo tiempo, el conferenciante explicó que un programa inequívocamente renovador -de ideas y no sólo de actores- puede provocar la ilusión de miles de paisanos, incluyendo al sector empresarial más lúcido, quienes, hartos del mismo discurso y de tanta corrupción institucional, vienen solicitando, desde hace tiempo, un giro radical en la política balear.

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Porque el modelo desarrollista, además de asegurar nuestra ruina como especie, lleva implícito un sistema social injusto e insolidario. "Ser pobre en un país pobre es una desgracia, pero ser pobre en un país rico es una vergüenza", dijo Antich refiriéndose a su territorio insular que, mantiene los indicadores macroeconómicos de riqueza más elevados de España, junto a niveles escandalosos de desigualdad social.

Hay otros aspectos de su discurso que merecen atención y que comentaré brevemente. Espero que sean otros quienes los traten con mayor amplitud.

Antich apuesta por defender políticas culturales integradoras, sin renunciar a reforzar la identidad propia. Baleares, con una población fija que no llega al millón de habitantes, recibe casi diez mi-llones de visitantes anuales, y una cantidad sustancial de gentes de otras naciones han fijado allí su residencia habitual.

Así que resultará sumamente interesante ver qué pasos da el nuevo Gobierno del archipiélago para garantizar este elemental principio de convivencia. La pluralidad cultural resulta un valor y no un obstáculo, la integración y la suma acaban multiplicando, vino a decir el presidente balear.

Esta exaltación de la pluralidad, aplicada al terre-no estrictamente político, implica la puesta en valor de los pactos y del diálogo; del consenso para avanzar en cuestiones esenciales, para mantener políticas sociales justas, para asegurar que nunca más se destruirá un palmo de territorio. "Quien aspira a gobernar solo, cuando necesita aliados no los encuentra".

Una coalición alternativa al monopolio conservador que durante dieciséis años ha ocupado casi todos los ámbitos institucionales, ha sido, por lo visto, el resultado de una paciente oposición, no exenta de errores, y el fruto de una reflexión positiva más que de una situación desesperada.

Y digo yo, que si la izquierda oficial quiere ocupar ella solita -como ha venido insistiendo desde el 79- toda la banda del espectro de centro-izquierda, con un discurso que bien poco difiere del conservador, tendremos, en el peor de los casos, más de lo mismo. Nuestros amigos de las Islas han hecho un pacto plural sin renunciar cada uno a su propia identidad. Otra cultura, otros modos.

Para mí, enfin, Antich tuvo un detalle de elegante estilo: ni una sola referencia a la vulgaridad de la crisis de los partidos de izquierda, situados, éstos sí, fuera de la realidad.

No será, probablemente, un camino de rosas, el que transite la experiencia de la coalición isleña. Pero, al menos, alguien, en estos tiempos, vuelve a reivindicar la utopía y a ilusionar a la ciudada-nía.

Joan Olmos es ingeniero de Caminos.

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