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¿Debate en el PSPV?

J. J. PÉREZ BENLLOCH

El profesor Javier Paniagua, profesor de Historia Social, diputado y veterano militante del PSPV, ha tenido la bondad de aleccionarnos (el lunes pasado desde este mismo rotativo) a los españoles todos, incluidos los lectores valencianos, acerca de la crisis -¿o tan sólo será un dilema, tal como diagnostica el ilustre docente?- que anida en su partido y que tanta perplejidad suscita por doquier. Una reflexión, la aludida, erudita y pedagógica que sin duda resultará provechosa, en tanto que contribución a la cultura general, para los vecindarios menos familiarizados con las efemérides y circunstancias políticas o partidarias propias de estos pagos. Otra cosa es que haya logrado informar y mucho menos persuadir al menos avisado de los indígenas que seguimos con perseverancia y desaliento los trajines de las familias y tribus que se amparan en las mencionadas siglas.

Viene a decir el ilustre docente que aquí, en el PSPV, no pasa nada de cuanto está pasando a ojos vista. Aquí el único problema o dilema es discernir o inventar el papel que le corresponde a los socialistas en una sociedad del bienestar, como la que nos cumple disfrutar, añado yo. Lo demás, asegura, son anécdotas. La gran cuestión es la referida, obviamente común a toda la socialdemocracia, y sobre la que hemos de suponer que Paniagua y sus parciales se devanan los sesos en las pausas que les permite su trabajo conspirativo. Por desgracia, nada se sabe de lo poco o mucho que hayan avanzado en la respuesta a tan peliaguda pregunta. En cambio, ha sido evidente la eficacia desestabilizadora y casi liquidacionista de la facción ciscarista en la que el diputado de marras se inscribe y que tan brillantemente ha contribuido a dejar el partido hecho unos zorros.

Aquí, pues, no pasa nada y, de creer al profesor, nos conviene pensar y creer que el partido, como el rey desnudo, transita con sus mejores galas intelectuales buscándose un acomodo programático. A lo peor no reparamos, obnubilados como estamos, en que disputar a propósito de qué compañeros han de usufructuar un puesto en los consejos de administración de las cajas de ahorro o ejercer una asesoría bien retribuida en las diputaciones provinciales es una aportación ideológica. Y no digamos del trabajo chato, tutelado y mortificante de la gestora, o de la roma oposición que se le hace al gobierno autonómico. Porque esos y no otros son los síndromes de que en el PSPV queda alguna constante vital, lo que no deja de ser prodigioso después del desguace a que ha sido sometido.

No se trata, claro está, de que el profesor y su banda asuman la responsabilidad que les incumbe en este proceso de degradación que comenzó con el jaque mate al secretario general Joan Romero. No tienen el monopolio de la culpa, pero sí buena y aún la mayor parte, ya que en su mano estuvo apoyar y consolidar una decisión democrática y congresual por nimia que fuera la mayoría en que se sustentaba. Optaron, sin embargo, por afanarse cual picapiedras para allanar su conquista del poder partidario, que ha venido a ser esta miseria que administran. Pero este capítulo no se lo ha contado a los foráneos que nos contemplan, estupefactos, desde la lejanía. Aunque dudo que haya engañado a alguien con la milonga del debate sobre el futuro del socialismo, tan negro en Valencia.

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