La Filmoteca de Cataluña programa la obra completa de Ritwik Ghatak, uno de los mayores cineastas de la India
La Filmoteca programa desde hoy toda la obra de uno de los cineastas indios más desconocidos en occidente, el bengalí Ritwik Ghatak. Son ocho largometrajes rodados en más de 20 años de una carrera profesional constantemente interrumpida por las dramáticas vicisitudes de su vida, así como por su dedicación a la enseñanza, la dirección teatral, la agitación política y la escritura. Desde Nagarik (El ciudadano, 1953) hasta su oscuro testamento, Jukti, takko aar gappo (Razón, discusión y un cuento, 1974), esos ocho filmes dan cuenta de una existencia atormentada, pero también de la inmensa emoción con que el cineasta observaba la vida. Ghatak, un hombre a quien le sobrevino la fama sólo después de suicidarse, en 1976 (dejó, por cierto, un filme inacabado, Ramkinkar Baji, así como un buen número de documentales didácticos que no se incluyen en esta muestra), no tuvo la suerte que su talento merecía, aunque el lugar de preeminencia que ocupa entre las generaciones de cineastas que comenzaron a trabajar después de su muerte le sitúa en la cima del muy poblado Olimpo artístico, aunque aquí virtualmente desconocido, del prolífico, inagotable cine indio. Nacido en 1926 en Dhaka, capital de Bangladesh, vivió dramáticamente la partición de su país y se asiló en Calcuta. De tendencia comunista, pero también alcohólico y depresivo, debutó en el cine casi en paralelo con su admirado Satyajit Ray, la máxima luminaria del cine de su país, trabajando a las órdenes de otro cineasta esencial, Bimal Roy.
Tras las huellas del neorrealismo de corte asiático impuesto por Ray discurren sus primeros filmes, El ciudadano (estrenado sólo tras su muerte, en 1977, cuenta una historia de jóvenes amores proletarios) y Ajantrik (El mecánico, 1958), en la que se dan la mano esa visión realista con apuntes amables sobre la vida cotidiana de un taxista. Bari theke paliye (El fugitivo, 1959), centrada en un niño que escapa de su casa y vaga por una gran ciudad, tampoco huye de las premisas de su cine anterior, aunque sí lo hará, y de manera radical, Meghe dhaka tara (La estrella oculta por las nubes, 1960). Hay en este filme hermoso e inclemente, que la mayoría de los historiadores consideran su obra maestra absoluta, parecidos argumentos y temas que en otras películas posteriores, como Subarnarekha (1962) y Titash ekti nadir naam (Un río llamado Titas, 1972), es decir, el problema de la partición de Bengala como eje del discurso, así como una mirada lúcida y desencantada al desarraigo que viven los bengalíes en la India.
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