En el camino

Garcín y Troupe. Sala Matisse. Valencia, 28 de octubre de 1999.

Rapsoda por encima de todo, Fernando Garcín inició el recital parafraseando a Neal Cassaday cuando se dirigía a Jack Kerouac. Así que dijo: "La última vez que me suicidé... hice este CD". El disco al que hace referencia se titula La mejor hora y recoge una veintena de poetemas (temas musicales elaborados a partir de poemas) que Garcín ha concebido con un grupo de músicos amigos y cómplices y que acaban de ser presentados en sociedad. Son poemas urbanos para supervivientes de tiempos malditos que siempre están ahí, trascendiendo a la realidad de colores que diseñan los triunfadores de todos los tiempos. Son bocanadas de aire pintadas con licor y sangre en el corazón desportillado de Valencia.Garcín casi canta o casi recita sobre pentagramas que son bastante más que una base musical. Basta escuchar el psicodélico tributo a Kerouac de Jack de corazones o la sincopada negrura de Valencia Fugaz para percatarse que son auténticas canciones enriquecidas con buenos, a veces excelentes arreglos, que en directo se revelan llenos de posibilidades. Y Bala Perdida se podría considerar hasta una canción comercial. Garcín se mira en el espejo de trovadores como Boris Vian, Gainsbourg, Paolo Conte, Tom Waits o incluso Lou Reed, sólo que en la dialéctica entre rabia y ternura, en el poeta valenciano ésta última puede más. Aunque algunos puedan creerlo así, el poeta musicado no es nuevo en este negocio. Varias canciones de Bustamante, La Gran Esperanza Blanca, Burguitos, Terminal Sur o el guitarrista Carlos Carrasco llevan su firma. Por eso estaban allí acompañándole a ratos en el escenario tanto éste último como Julio Balanzá, Cisco Fran o Maribel Crespo. Ahora, Garcín ha invertido los términos y se ha situado en el camino para realizar recitales por varias ciudades españolas. El género elegido para salir a la carretera apenas está explotado en este país y tal vez haya escogido la mejor hora.