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BALONCESTO Quinta jornada de la Euroliga

El Madrid resucita a tiempo en Europa

Herreros levantó al equipo blanco cuando el Tofas turco más cerca veía el triunfo

El Madrid de Scariolo detuvo, por fin, su caída en picado. Lo hizo en Turquía, en casa del Tofas Bursac, en un pabellón de esos que enseguida se bautizan con el término "infierno". Ni a purgatorio llegó aquello. Quizá influyó que, en la primera mitad, el Madrid rozó la perfección. El equipo blanco se desangraba día sí día también y ayer cortó la hemorragia. Se quedaba el Madrid sin vida y lo hacía a lo bestia, ejecutando en más de una ocasión un baloncesto ya no impropio de la calidad de sus jugadores, sino incluso innoble. Hasta que apareció por Turquía.Lo ocurrido puede ser un punto y final o sencillamente un paréntesis en el oscuro devenir de un conjunto nacido para el triunfo pero que no para de recibir palizas por sistema. Y eso que lo de ayer nació con mal aspecto. A los cinco minutos de partido el Madrid se había dejado robar cinco rebotes bajo su tablero, lo que hacía pensar que el naufragio habitual viviría ante el Tofas un nuevo capítulo.

TOFAS BURSA 67

REAL MADRID 71Tofas Bursa: Rivers (23), Slaven Rimac (20), Steven Rogers (11), Pars (0), Rashard Griffith (4); Yilmaz (0), Okur (0), Konuk (7) y Bas (2). Real Madrid: Djordjevic (7), Alberto Angulo (17), Herreros (19), Struelens (7), Bernt Scott (8); Galilea (1), Lucio Angulo (0), Iker Iturbe (10) y Gnad (2). Árbitros: Colucci (Italia) y Gasperin (Francia). Partido correspondiente a la quinta jornada de la primera fase de la Euroliga. Cerca de 5.000 espectadores en el Pabellón de Deportes de Bursac. En otro partido del grupo B, disputado el miércoles, el Panathinaikos vención en Alemania al Alba Berlín (54-73).

Pero ocurrió que a Djordjevic le entró el primer triple. Y a Herreros también. Angulo, visto lo visto, se contagió. Y ocurrió, también, que Struelens decidió cerrar el grifo de los regalos en la cocina blanca. Y Scott con él. Frenó el Madrid a Rivers y su rival se vio maniatado. La defensa española era ejemplar. Sólo el croata Rimac, autor de 11 de los primeros 14 puntos del Tofas, estaba a la altura. El Madrid se paseaba, el público guardaba silencio y la ventaja a favor de los de Scariolo crecía que daba gusto (9-14, 11-24, 18-32). Resultó una lástima que cuando el descanso anunciaba su aparición a Rivers, que había conseguido sus primeros puntos en el minuto 12, le diera por demostrar el porqué de su presencia durante muchos años en la NBA. Remitió la diferencia y la bocina que anunciaba el intermedio dejó el asunto sin sentenciar (31-38).

Pero lo peor estaba por llegar. Se reanudó el choque y el Madrid se pasó cinco minutos sin anotar. Tampoco es que su rival anduviera precisamente inspirado en la labor, pero lo cierto es que la ventaja de los blancos, que había llegado a los 14 puntos, pasó a mejor vida (37-38, m.25) en un visto y no visto. El Madrid necesitaba que alguien le quiatara los grilletes con los que jugaba en ataque. Djordjevic bastante tenía con intentar sujetar, sin demasiado éxito, a Rivers. Tenía que aparecer alguien que no temblara, que hiciera callar a una grada que comenzaba a sentirse feliz. A Herreros pareció corresponderle protagonizar tan urgente papel. Consiguió un triple, dos canastas y dio otro par de asistencias.

Pero alguien debía acompañar al madrileño en la tarea. Y ese alguien resultó ser el más inesperado, Iker Iturbe. El Madrid cogió aire, si así se puede considerar alcanzar una diferencia de cinco puntos (53-58) a seis minutos del final.

Claro que ahí estaba Rivers para elevarse por encima de todos. Djordjevic le había conseguido sujetar al principio, pero cuando el serbio se quedó sin aire, Rivers hizo lo que acostumbra. El marcador vivía en permanente estrechez y el resultado final iba a depender de aspectos bien poco tangibles, todos de corte psiológico. Se trataba de mantener la calma, de no temblar desde la línea de tiros libres, donde el Madrid se sintió morir en más de una ocasión. Pero no tembló Alberto Angulo.

Y tampoco Rivers, por supuesto, que se la jugó con un triple que entró (64-67). Faltaba menos de un minuto para el final del encuentro y cualquier accidente podía dejar al cuadro español sin triunfo. Pero por una vez, y sin que sirva de precedente, no ocurrió nada extraño y el Madrid, en el último instante, como corresponde a un equipo que ha hecho del sufrimiento costumbre, alcanzó una victoria sencillamente impagable.

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