Gil comunica a algunos jugadores su decisión de despedirlos
El propietario del Atlético de Madrid, Jesús Gil, actuó ayer como un empresario enérgico. O eso quiso dar a entender. Ante la crisis deportiva de su equipo -el Atlético es el último clasificado de la Liga-, Gil avisó ayer frente a las cámaras que había despedido a algunos jugadores. Primero citó a toda la plantilla en el Calderón. Uno a uno los futbolistas fueron entrando a su despacho después de horas de espera. Y al terminar, el actual alcalde de Marbella anunció la baja de más de un jugador para el mes de diciembre, pero no quiso dar nombres: "A cada persona le he dicho lo que le tenía que decir. Mirándole a la cara, a cada uno le dije: "Te has equivocado viniendo aquí, y no contamos contigo".El presidente del Atlético advirtió de que no revelará los nombres de los futbolistas defenestrados "porque eso le haría daño a la entidad". Sin embargo, en días pasados, ha sido el propio Jesús Gil quien ha desacreditado a hombres de su equipo como Venturín -"su fichaje prueba que los entrenadores no tienen que fichar", comentó a este periódico- o Pilipauskas -contratación realizada a instancias de la secretaría técnica-. Gil ha asegurado en más de una ocasión que no tendría inconveniente alguno en repartir indemnizaciones con tal de "solucionar ese problema", y despedir a los jugadores que no quiere: "Que se vayan tres o cuatro en diciembre no me importa; les buscamos equipo. Aunque deseo que sean los menos posibles". En este sentido, Gil transmitió su preocupación a Correa, Lardín -José Manuel Lara Bosch, accionista mayoritario del Espanyol, ha declarado que está dispuesto a recuperarle en diciembre para el club blanquiazul- y Santi, con los que ha dicho no estar conforme. "Si no reaccionan no contaré con ellos", aseguró ayer, sin especificar. Gil también advirtió de que piensa darles una "oportunidad" en los próximos meses.
Bocadillos y chapas
Gil convocó a toda la plantilla, a las 12.30, en el Calderón. Fueron 22 jugadores los que se concentraron en la sala de juntas del estadio. Y hasta que llegó el presidente, a las 14.00, jugaron a las chapas, leyeron diarios viejos, bebieron refrescos y comieron bocadillos en un clima tenso. "Ya no sabíamos qué hacer para matar el tiempo", dijo uno de los jugadores. Hasta que les llegó el turno, y fueron entrando por líneas -primero los defensas, luego el centro del campo y al final la delantera- al despacho. Una puerta corrediza se abría, y detrás de dos colmillos de elefante cruzados sobre el vano, Jesús Gil, dispuesto a dispensar "a cada uno su tratamiento", en sus palabras. Lanzó órdagos, habló en profundidad, o dio palmaditas en la espalda. "¿Qué le puedo decir a Hasselbaink?", se preguntó. "¡Que es un fenómeno y que le felicito".Gil aseguró sentirse especialmente conmovido con la reacción de Santi, cuando se quedaron a solas: "Santi me dijo: "Jamás me vendré abajo sea lo que sea lo que me diga. Jamás me daré el lujo de desanimarme". Y yo le dije: "Eso es exactamente lo que yo hago en la vida, chato, no sabes la alegría que me das".
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