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FUTBOL Copa de la UEFA

El Atlético se pierde el respeto

Los rojiblancos se clasifican, pero pierden ante el Ankaragucu en un partido lamentable

ANKARAGUCU 1 ATLÉTICO 0

Ankaragucu: Ozkan; Sarman, Hakan Kutlu, Ozlem; Hatipoglu, Sezer (Gorkmen Vildiran, m

63), Unal, Baidoo, Ramazan (Sami, m.65); Birol y Hakan Keles (Baris, m.89). Atlético: Molina; Pilipauskas, Chamot, Gustavo, Toni; Lardín, Hugo Leal (Aguilera, m.90), Bejbl, Roberto (Pablo García, m.79), Solari (Santi, m.58); y Correa. Goles: 1-0. M.84. Sarman cabecea un córner, Kokten toca y Birol remata. Árbitro: Bo Larsen (Dinamarca). Estadio 19 de mayo. 8.000 personas. Partido de vuelta de la primera eliminatoria de la Copa de la UEFA. Clasificado, el Atlético por un global de 1-3.JOSÉ MIGUÉLEZ Al Atlético, al peor Atlético de todos los tiempos, le gana ya hasta el Ankaragucu. Como lo oyen. Perdieron los madrileños ayer frente a un conjunto de tres al cuarto, hueco, sin un gramo de fútbol, el penúltimo de la Liga turca. Perdieron contra el Ankaragucu, sí. Los rojiblancos pasaron a la siguiente ronda, gracias al 3-0 de la ida, pero todo lo demás se lo dejaron en Turquía. Hasta la honra. El Atlético aprovechó un simple trámite para perderse un poquito más el respeto. Nada puede justificar una actuación tan lamentable como la que completó ayer en Ankara, una especie de más difícil todavía en la temporada de su decadencia. Repleto de unos suplentes que ya jamás estarán legitimados para reclamar un cambio a su situación, preso de una desgana intolerable, mal puesto y vacío de cualidades, el Atlético rozó el ridículo en el primer tiempo. Se dejó empujar por un rival armado tan sólo de entusiasmo, al que literalmente se le derrumbaba de un soplido. Y ese equipo desprovisto de virtudes, ese conjunto tan fácil de desnudar, fue capaz de arrollar al Atlético, de agujerearlo en cinco incursiones por los costados, de llegarle con claridad media docena de veces. Sólo Molina -con dos paradas estupendas y otras dos salidas decididas por bajo- y la propia inoperancia local -con dos remates inexplicables a la grada- evitaron la tragedia en esa fase inicial. Si lo de ayer sucede en el Calderón, a Molina le edifican un monumento; a los demás los cuelgan. Ningún remate a puerta del Atlético, ningún pase en condiciones, ningún movimiento correcto. Perdían la pelota los rojiblancos hasta en las situaciones más sencillas y favorables. Todo lo hizo mal el Atlético en la primera mitad -nunca un cero en el marcador significó tanto-. Especialmente por su banda derecha, donde el cuadro era desolador: Pilipauskas por detrás, Lardín por delante, y Bejbl, un poquitín más centrado -geográficamente, se entiende-, haciendo de Valerón. Ellos dejaron lo peor, pero ninguno de sus compañeros pronunció tampoco palabra, ni en voz baja. Si quedaba alguna duda de que el Atlético actual es sólo Hasselbaink y Valerón, se apagó para siempre ayer. Ranieri cambió el dibujo en la segunda parte -el italiano dice que los sistemas son una mentira, pero enseña uno distinto cada media hora y así no hay jugador que se aclare- y presentó un Atlético más sólido: Santi entró por Solari y del 4-5-1 se pasó a un 5-3-2. El Ankaragucu estaba pisándole el orgullo a los rojiblancos, éstos arrojaban su imagen al suelo ante media Europa, y su respuesta tras el descanso fue un cobarde paso atrás. Dejó de sufrir en defensa, sí, pero siguió a la baja, sin causar un solo rasguño al rival, maltratando el balón. Más por cansancio del contrario, tal vez en un arrebato de vergüenza, el Atlético se decidió a tirar a puerta. Abrió el fuego tímidamente Roberto y luego fueron probando suerte sucesivamente desde lejos Chamot y Bejbl. El propio Roberto, de cabeza, estrelló en el larguero la pelota, pero el partido seguía lejos del Atlético. Ya no en manos del Ankaragucu, cáido tras el descanso, pero en tierra de nadie. Y eso pareció bastarle al Atlético, que decidió esperar silbando el final del encuentro, como si le importara un bledo la mancha de su camiseta. Fue entonces cuando el Ankaragucu dio el puñetazo de humillación: Sarman gana a Gustavo y cabecea desviado, Kokten aprovecha el despiste de Santi y devuelve el balón al corazón del área chica y Birol, aprovechándose de la pasividad de Chamot, fusila y dobla la mano de Molina. Gol y derrota. Hasta con el Ankaragucu. Y así fue como el Atlético convirtió un simple trámite en una intolerable falta de respeto a sí mismo.

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Ranieri: "Yo tengo toda la culpa"

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