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FÚTBOL Quinta jornada de Liga

El Atlético vive de las bombas de Hasselbaink

Pobre partido ante el Racing de los madrileños, que salva el holandés con uno de sus trallazos

Hasselbaink tira del Atlético. Sólo existe él y sus terroríficos disparos, esas bombas que de pronto parten de su zapato derecho, a veces del izquierdo, y explotan instantes después junto a un palo. No tiene más el conjunto rojiblanco, nada más. Si acaso Valerón, claro, pero sus pases deliciosos son desperdiciados aquí con insistente crueldad. Fue un trallazo ajustado del ariete holandés lo que le arregló el partido al Atlético, lo que le empujó hacia su primera victoria liguera, lo que le dio al fin tres puntos. Pero no le rescató de su irremediable mediocridad, del aburrimiento que persigue a su juego, de la impotencia que esconden todas sus maniobras, incluso cuando enfrente, como ayer, está el Racing.Pobre equipo también este Racing, que se aceptó inferior y quiso hurgar en la debilidad rojiblanca desde el ventajismo exagerado: escondido muy atrás, sin correr riesgos y prohibiéndose las visitas al otro área. Le trató con demasiado respeto al Atlético y desaprovechó una autopista sin peaje al contragolpe. Porque en cinco o seis lances idénticos, el Racing descubrió la vulnerabilidad rojiblanca con pases interiores y profundos, en los que un lateral rival se quedaba y un extremo propio se escapaba. También con balones diagonales en largo, especialmente desde el costado por donde corrió Amavisca hacia el derecho, propiedad primero de Manjarín y luego, en la segunda parte, de Munitis. Un pelo más de ambición le habría puesto al Racing a las puertas del cielo. Pero prefirió vivir agazapado y esperar a que el Atlético se derrumbara solo.

ATLÉTICO 2

RACING 0Atlético de Madrid: Toni; Gaspar (Roberto, m.69), Santi, Gamarra, Capdevila; Venturín; Aguilera, Valerón, Baraja, Solari (Paunovic, m.63); y Hasselbaink. Racing de Santander: Lemmens; Tais, Mellberg, Arzeno, Neru; Manjarín (Bestchastnykh, m.75), Espina, Shustikov (Vivar Dorado, m.86), Amavisca (Rushfelt, m.75); Munitis y Salva. Goles: 1-0. M.67. Hasselbaink recibe de espaldas y se revuelve, Mellberg y Arzeno no aciertan a despejar, y el holandés, tras perfilarse, conecta un derechazo cruzado y raso desde unos 35 metros que se cuela por la izquierda de Lemmens. 2-0. M.88. Valerón le deja la pelota muerta en la frontal a Baraja, que remata a una escuadra. Árbitro: Daudén Ibáñez. Mostró tarjeta amarilla a Capdevila, Manjarín, Neru, Munitis y Roberto. 25.000 espectadores en el Vicente Calderón.

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Y a punto estuvo de sacar rendimiento de semejante conducta. Porque la mejor actitud del Atlético -en eso sí que estuvieron irreprochables los rojiblancos, siempre buscando el balón y los ataques pese a sus pocas luces- no le valió demasiado. Y porque la ocasión más clara de la reunión, probablemente sobre la que el Racing construyó su acobardada estrategia, la tuvo en sus botas el goleador Salva: un mano a mano cómodo y largo, que el punta racinguista intentó resolver de la peor manera, con un regate hacia afuera que no engañó a Toni -el guardameta no tuvo mucho trabajo, pero cumplió en el que le llegó-.

El Atlético fue de más a menos. Empezó con fe, con algunas incursiones interesantes por la banda izquierda, pero enseguida dejó de creer en sí mismo. Y volvió a enredarse en el juego plano y sin sentido, en la falta de ideas y la ausencia de frescura, en la nadería más absoluta. La sensación al descanso era de que el partido ya se le había ido para siempre de las manos a los madrileños.

El Racing entendió que su momento había llegado en la segunda mitad. Gustavo Benítez observó el daño que le hacían al Atlético los pelotazos cruzados desde Amavisca, y situó en la derecha a Munitis para que los recibiera y terminara la faena con su velocidad. Pero dejó intacto el resto del equipo, sin ninguna convicción: no lo estiró, asumió como verdad vinculante los presupuestos de los equipos y no su potencial real, y no se atrevió a empujar hacia atrás al Atlético, a rematarlo cuando estaba tocado por su propia incapacidad.

Porque los rojiblancos andaban perdidos, sin más norte ni referencia que Hasselbaink y sus permanentes desmarques, vacíos durante una hora. Y lo que pasó es que cuando ya nadie daba un duro por los tres puntos, cuando el Atlético andaba cubierto de impotencia, apareció por sorpresa el holandés y, esta vez sí, le salió la maniobra: se revolvió, soltó una de sus bombas y enmendó el partido.

Y luego, tras el 1-0, aprovechando que el Racing se acordó de abrirse -a buenas horas-, el Atlético hasta se agrandó y se concedió otro precioso gol. Pero la mala cara de la grada colchonera, rota de aburrimiento, no la borró ni el primer buen resultado.

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